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ELKIN QUINTERO
En esta época, nada sabemos del imprevisible futuro, excepto que diferirá del presente con representaciones tenues o arduas que jamás podemos pronosticar. Pero, está en nuestras posibilidades fantasear sobre ilimitadas posibilidades del porvenir, debemos hacerlo. La educación es el medio más eficaz para lograrlo.
Qué suerte vivir aquí, sí aquí, en un país del tercer mundo, en un espacio disputado por las grandes potencias, por las más fieras multinacionales, por los más aguerridos señores feudales de la publicidad moderna, en una tierra donde el bolero y el pasillo se mezclan con la ranchera de una forma magistral; donde el indio, el negro, el mestizo y el zambo juegan al futbol con la misma pasión y calidad que el europeo; donde lo bueno, lo malo y lo feo se funden en el papel bajo la pluma de un realismo mágico sin par; donde se escriben versos a la noche y al día, al amor y al odio con la misma fuerza constructora de un dios griego; donde a pesar de una evaluación inquisidora y excluyente, los maestros y los estudiantes siguen adelante comprometidos con su labor de construir saber en el aula y fuera de ella.
Por lo anterior y más, se debe buscar una profundización en el proceso de transformación educativa, buscar la reforma de las políticas públicas y ser consecuentes con los procesos de selección docente y luchar con ahínco en defensa de la profesionalización docente y evitar así que los híbridos creados por los Presidentes, Ministros y Secretarios de turno destruyan o retrasen el progreso de los pueblos.
Si hay algo que le permite al ser humano volar lejos en el mundo es la educación. Nos hace volar, porque el sonido que emite la emoción de estudiar, al lanzarlo fuera del aula se monta en el viento y va de boca en boca permeando mentes y corazones, en un acto divino transforma al hombre irracional en un hombre racional.
Su influjo se cuela misteriosamente entre la histeria de los barbaros, entre el fanatismo infiel, en medio de la retórica de los eruditos, al lado de la armonía musical, sobre los tecnicismos de la academia, bajo el ritmo de los instrumentos en tardes de domingo y entre los planes de demonios y dioses y sin distingo de raza, lengua o cultura promueve la fe y esperanza. Ella, le permite a los individuos poder tocar otros miles de individuos que duermen en medio de la ignorancia y el analfabetismo, individuos que felices vistiendo pensamientos irracionales, que adornan sus recuerdos con palabras rebuscadas, que descifran olores con ideas ortodoxas de mesías antioqueños, que exploran sabores en estadios saturados de indiferencia y exclusión, que palpan el universo desde la ambigüedad de sus deseos para luego tomar aquello que los inquietó, que movió sus emociones y que despertó otras acciones dormidas en la profunda intimidad de su ser para conquistar sus miedos y mejorar su calidad de vida.
Ningún placer iguala al de la educación. Ella se practica cuando se desea conocer el mundo invisible del conocimiento. Por su poder y capacidad de absorción, la educación es un transformador perspicaz y permite a todo individuo pasar horas en un estado paradójico de descubrimiento y distracción, dejándose maravillar de lo que los sentidos le enseñan. Ella, ha logrado potenciar en los humanos la capacidad de asombro, la capacidad de innovar y la facilidad para amar al otro desde la diferencia. Ella en un acto sublime permite la práctica con el otro para humanizar hasta el extremo y sin prejuicios permite acceder al mundo del conocimiento de manera libre y feliz.
¡Un hurra para la educación!
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