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CARLOS E. CAÑAR SARRIA
Siete mil damnificados en el Chocó por el recio invierno que ha desbordado los ríos, generando un situación dramática en sus municipios; de por sí en una región olvidada por el Estado y en dónde no hay -como debe ser-quien atienda sus calamidades porque en Colombia no tenemos presidente.
Desde que se posesionó Duque, no ha hecho otra cosa que hablar de la situación de Venezuela, fungiendo como uno de los redentores de este maltratado país, víctima del bloqueo económico de Estados Unidos y de una realidad social que mantiene escindida la población entre opositores y gobiernistas, cuya polarización ha implicado diversas reacciones de la comunidad internacional, como reconocer al desconocido Guaidó, que sin un voto, apareció como presidente interino de Venezuela mientras se convocan unas nuevas elecciones para la instauración de la “democracia” y se acabe la dictadura de Maduro. No obstante, Maduro sigue gobernando hasta el momento.
El señor Duque ocupado en la democracia venezolana como si en Colombia fuéramos modelo de democracia, cuando por todo lado lo que se percibe es descontento social e ingobernabilidad, lo cual pretende disfrazar con un supuesto protagonismo internacional para desviar la atención de su decadente popularidad y escapar a una serie de problemas intestinos que no se atreve a resolver.
Mientras Duque sigue enfrascado en los problemas de Venezuela, en Colombia la corrupción sigue incólume, la pobreza y la miseria campean por todo lado y el problema social no da espera, como no da espera la avalancha de movimientos sociales que se avecina en la lucha por el reconocimiento de los pueblos. Movimientos indígenas y campesinos, paro de Fecode, protestas de las organizaciones sindicales; inconformidad por la salud hecha trizas, el desempleo generalizado, el trabajo informal y la economía del rebusque criminalizada, el autoritarismo y los abusos de poder; inconformidad por los acuerdos con los estudiantes que hasta el momento no satisfacen a la comunidad académica, por el alza inmisericorde de impuestos que oprimen a los pobres y a la clase media. El salario mínimo por debajo de los índices de inflación, la permanente subida al precio de la gasolina, la inseguridad ciudadana, las incursiones guerrilleras. La JEP en veremos, el proceso de paz y los acuerdos suspendidos o en riesgo, la eventualidad de una guerra internacional como si no hubiesen sido suficientes las seis décadas de conflicto interno, etc.
Aparentemente Duque y su mentor siguen obsesionados con la guerra y por ello se habla de posibles objeciones a la JEP, poniendo en dificultades los acuerdos derivados del proceso de paz que tiene en alerta a la comunidad mundial y a la Corte Penal Internacional.
Por más que lo pretenda evitar, Duque no disimula ser partidario de una invasión a Venezuela por territorio colombiano, poniendo en manos de Estados Unidos nuestra soberanía, hecho que tiene indignados a muchos colombianos y a dirigentes políticos de la oposición como al senador Robledo. En las redes sociales y en la opinión pública son muchas las expresiones de rechazo.
Se le critica a Duque ofrecer ayuda humanitaria a Venezuela y olvidar nuestra población paria como en Chocó y en la Guajira y en un resto de municipios colombianos consuetudinariamente condenados a la miseria y al olvido estatal donde subsisten miles de compatriotas a quienes no se les tiende la mano y en dónde no existen políticas públicas que vislumbren posibilidades de transitar siquiera de la miseria a la pobreza.
Y Duque ensimismado en Venezuela y accediendo a las exigencias y requerimientos del coloso del norte, el Tío Sam, el pelucón Trump, ansioso del petróleo de Venezuela, sin que en verdad le importe un comino nuestras incipientes democracias y mucho menos el hambre y la desnutrición de millones de personas que requieren de ayuda humanitaria. Lo de “ayuda humanitaria” es un sofisma; de ahí que la utilización de ese término “humanitario”, en el caso del vecino país, lo ha puesto en duda hasta la misma Cruz Roja Internacional.
No estar de acuerdo con Trump y sus aliados no es estar de acuerdo con Maduro, esto es algo que no se puede confundir. Lo cierto es que las cosas deben ser nombradas por su nombre y no se puede engañar a la gente y mucho menos a una población como la venezolana, azotada por un bloqueo económico criminal y una situación interna crítica que debe ser resuelta por los propios venezolanos.
A excepción de algunos países de la región latinoamericana, muy lejos está Latinoamérica de lograr una América Nuestra tal como lo deseaba Simón Bolívar y Josè Martí. Por lo visto, Latinoamérica no tiene asomo de encontrar la modernidad, la autonomía y la democracia. La historia, seguramente les pasará a cada país vendido a los gringos, la cuenta de cobro, onerosa, desde luego.
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