A lo largo de varias y, quizá fatigantes columnas de prensa, que con seguridad niegan y contradicen la fluidez y la agilidad que suele caracterizar el ritmo y el lenguaje de la escritura periodística, hemos intentado reconstruir algunos elementos históricos y culturales que pesan y gravitan de manera muy significativa sobre muchos aspectos de la vida urbana contemporánea. Sin embargo, en un mundo y en un tiempo como como el actual, donde la historia parece querer ser sustituida por un frio conjunto de estadísticas, el común de las gentes parece no valorar ni tener para nada en cuenta el paso y la significación de esos fenómenos condicionantes del pasado, lo cual contribuye de manera mucho más que evidente al estupor y al desconcierto que provoca el cambio y la alteración que la propia dinámica del flujo histórico impone sobre la mentalidad y la vivencia de la gente.
En Popayán en mucho más intenso y desconcertante tal fenómeno, en la medida que aquello que designamos un tanto imprecisamente como: “El Popayán tradicional” terminó aceptando e internalizando la noción de que es una ciudad “colonial”, una ciudad “histórica”, de considerarse una ciudad orgullosamente celosa y defensora de una pasado que la enaltece y le concede claros y bien diferenciados elementos de identidad en el contexto de la vida nacional. Es decir, en ese imaginario colectivo del Popayán tradicional prevalece, de manera sin duda legitima y explicable, la visión de una ciudad donde el pasado, lo “tradicional”, lo propiamente “colonial” si se quiere, es el núcleo básico de referencias en donde sus gentes encuentran esos valores y esos elementos que alimentan y fortalecen su sentido orgulloso de identidad y pertenencia.
Pero igualmente sucede que en ese Popayán “tradicional”, “histórico” o ”colonial” hoy es generalizada, comentada e internalizada la percepción y la sensación de que aquella ciudad, en buena parte imaginaria e inventada por la nostalgia, es una realidad que de hecho está amenazada de disolución y aniquilamiento por fenómenos y factores que están lejos de haber sido comprendidos y asimilados cabalmente por las gentes que padecen su impacto.
De alguna manera “cunde el pánico”, y más que el pánico parece haberse desatado una marea de perplejidad y de incertidumbre ante tal avalancha de elementos disolutivos, que de manera evidente emergen como una fractura definitiva e irreparable de una valiosa continuidad histórica y cultural que a ciencia cierta nadie sabe cómo afrontar, o al menos canalizar hacia objetivos realizables que no comprometan la ciudad en colapso definitivo.
Por supuesto la alarma no es imaginaria, “los elementos del desastre” están al orden del día. Hay una ciudad que se está esfumando y, no solo en el titulo con el cual he bautizado estas columnas. Alrededor de la ciudad “tradicional”, de la hermosa ciudad blanca y orgullosa de sus fueros, se han ido conformando ciudadelas con rumor mafioso con estética de traquetos.La ciudad antigua que identifica y que convoca, más que transformarse se transmuta en una especie de monstruo asimétrico y degradado que tiene perfiles de horripilante pesadilla. Han surgidos muchos Popayanes anónimos y sin alma, pero con rapaz ánimo de lucro, indiferentes por completo a los significados espirituales y culturales de esa ciudad que se nos está esfumando ante nuestra propia estupidez y ante nuestra irresponsable indiferencia que nos impide comprender y afrontar con lucidez el proyecto de una ciudad aún posible y con posibilidades reales de reconstruir un proyecto realizable y digno de futuro.
Son muchas las instituciones que tienen una buena cuota de responsabilidad en este proyecto de construcción de fracaso en que se ha convertido Popayán.La universidad del Cuaca por ejemplo nunca ha estado a la altura del compromiso de señalar derroteros de orientación cultural para está alarmante crisis cultural y espiritual que vive la ciudad. La universidad es por si misma el símbolo máximo y la entidad que necesariamente debería proporcionar y alimentar esas directrices orientadoras para las otras instituciones y para el conjunto de la comunidad misma. ¿Hay alguna cátedra que se ocupe de esta problemática en nuestras universidades?
Sé perfectamente que todos estos temas son problemáticos y delicados, que a veces hieren susceptibilidades personales. Pero quiero creer que la universidad está en mora de promover un responsable debate académico sobre el crítico momento que atraviesa la ciudad de Popayán en muchas dimensiones de su existencia colectiva. El destino de la ciudad, de una ciudad como Popayán especialmente, esta íntima e inexorablemente ligado al proceso y al proyecto de su universidad.
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