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JESÚS ARCOS SOLANO
Este relato hace alusión a los postreros momentos de un poeta, presenciados por un entrañable amigo, la esposa del agonizante y sus pequeños hijos. El tema original es una poesía; cuyo título es LA AGONIA DEL BARDO, del autor Julio Sesto. La hemos trasladado a prosa para hacer más comprensible su contenido, que es realmente conmovedor. Aconsejo leerla.
Situémonos en una circunstancia tan dolorosa y tan llena de nostalgia, como es ver morir a una persona, y más, si es familiar, con la que hemos sostenido la más sinceras relaciones o hemos convivido por algún tiempo.
La casa donde ocurre el hecho se encuentra en silencio; llegan y salen gentes cercanas al moribundo. Crucé con mucho sigilo la sala y ya mi amigo expiraba. En la mesa de noche todavía quedaban restos de medicamentos, que nos sirvieron de nada. La mujer de mi amigo estaba al lado del lecho, asustada, compungida, temblorosa; también los niños, haciendo la escena, más triste, más lúgubre. La niña mayor, con apenas 3 años, cogía a la madre el vestido, el niño, que nada entendía, reía y gateaba. Al mirar este cuadro, yo estaba perplejo, me partía el alma.
Cuando distinguí al enfermo, detallé que su cara se puso más pálida. La mujer, lanzó un grito: ¡Hijitos, papá se nos marcha!
Los niños que no comprendían la angustia de la madre, no dijeron nada; pero entendí que decían: ¡Papá, no te vayas! . El moribundo, tomó la mano de la esposa, y balbuceó con voz entrecortada: “Amada, la muerte se acerca, no temas, viene a pedir que compartas con ella, mi ser, que era tuyo; la muerte también es mujer, se lleva mi cuerpo, queda contigo mi alma. Siento dejarte tan bella y siento dejarte enlutada, expuesta a los hombres mañana. ¡Ah son las viudas hermosas, manjar con que muchos se sacian!. Continuó diciendo: “Los niños, acércalos, quiero llevarme grabadas, tu cara amorosa y sus caras”. Cuando el agonizante hablaba, yo estaba inmóvil, y vi que sus pupilas se pusieron lejanas y vagas; la mujer exclamó: ¡Dios mío!¿Por qué injusto, te llevas el pan de esta casa?. El poeta, con voz que los huesos helaba, clamó:
¡Qué abismo, me hundo, tus brazos amada! Ambos se abrazaron, ella tomó en un beso, su último aliento; quedaron la muerte y la vida enlazadas. Yo quise retirar a la esposa, pero se hallaba agarrada a los brazos del muerto, como si quisiera llevársela. No pude arrancarla de los brazos del que así moría. Cuando nuevamente pasé la vista al difunto, tenía los brazos en círculo, como diciéndome: ¿Si es mía, por qué te la llevas, si es mía, por qué me la arrancas?
Los niños lloraban… los perros aullaban, la triste mujer en mis brazos, lanzaba suspiros. Señor: ¿Por qué el muerto reía, en tanto, los vivos lloraban?
¡Qué duro, que amargo recuerdo
quedóme de aquella desgracia,
si a solas en ella medito,
Aún suelen saltarme las lágrimas!
La parte final es la estrofa de la poesía, que aparece al principio y al fin del poema.
Nota Social. Al celebrar en este mes, el Día del Padre, hago llegar a todos ellos, mi voz de congratulación, con los fervientes deseos, para que en compañía de su esposa e hijos, pasen un día feliz, compartiendo caricias y abrazos, todos en armonía, reunidos, sin excederse en ingesta del licor; que todo discurra en paz. Y para quienes sus padres, se despidieron de este mundo, imploremos al Creador una plegaria para que ellos, ya disfruten, hoy y siempre, de la gloria de Dios Padre.
Amén
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