GUILLERMO ALBERTO GONZÁLEZ MOSQUERA
Seamos sinceros. Las cifras que divulga el DANE en relación con la composición de las actividades económicas de los caucanos, no son reales. O si no pregúnteselo a las gerentes de las instituciones bancarias que funcionan en la ciudad y se obtendrá la misma respuesta: las cuentas corrientes, las de ahorro, los certificados de depósito a término y demás operaciones de giros y transferencias, revelan en buena parte que provienen de la actividad del narcotráfico que ha crecido considerablemente en los últimos años. No es un secreto que hoy tenemos un número creciente de hectáreas sembradas de plantas de coca, marihuana y amapola y que hay un número muy grande de personas que de una u otra manera están involucradas en un oficio, por demás ilícito y descontrolado. Son las personas que demandan servicios, mueven el comercio, van a los supermercados y restaurantes, asisten a las presentaciones musicales y compran ropa y juguetes para sus hijos.
Hay un esfuerzo que debe reconocerse por aumentar la superficie cafetera, si debemos analizar otros renglones de la economía. Los suelos del Cauca son propicios para los árboles de café, para su cultivo y producción. Pueden ser loables los esfuerzos de los Comités de Cafeteros para el uso de buenas prácticas de manejo, la introducción de mejores variedades, el combate acertado a la roya y demás plagas, pero cuando se trata de ingresos, la competencia se pierde y sobre todo la gente joven prefiere tomar las alternativas de lo ilegal y dejan huérfanas de mano de obra las plantaciones, ahora en manos de cosecheros envejecidos que tienen bajo rendimiento y poca actitud de cambio. La cosecha cafetera puede representar en el Cauca unos 400 mil millones de pesos anuales, pero la suma es inferior a la producción y comercio de ilícitos que estaría duplicando esta cifra. Es el segundo renglón de la economía y el que demanda después de los ilícitos mayor mano de obra. Hay alrededor de 80 mil familias cafeteras que constituyen el segundo número después de Antioquia. Pero el problema radica en si esta industria es o no competitiva y cuál es su porvenir si no hay cambios en la naturaleza del negocio.
La solución para el postconflicto, debe estar, por supuesto, en la capacidad para presentar una solución en términos de competencia para hacerla rentable y atractiva para sustituir la otra, no por el romanticismo de creer que así se podrá lograr la anhelada paz. En el Cauca hay un indudable control de la producción de alucinógenos por parte de las Farc, pero aún no se advierte que la guerrilla haya abandonado el lucrativo negocio. Falta por ver el resultado de los programas de sustitución, que el ministro Pardo anuncia con bombos y platillos, pero que deben ser atractivos para que los narcocultivadores renuncien a su negocio.
El Tiempo, en su edición del pasado lunes trae las cifras de las remesas que llegan del exterior. Debemos averiguar cuál es la participación del Cauca en el total para conocer el valor del aporte. Pero creemos que puede ser considerable.
Qué resta? La caña de azúcar del norte, concentrada en unas pocas manos y la minería ilegal difícil de cuantificar pero presente en varias regiones. El análisis es importante y procuraremos seguir realizándolo en sucesivas columnas.
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