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JAIME BONILLA MEDINA
Las noticias falsas son mentiras creadas deliberadamente para ser difundidas en los diferentes medios. La mayoría de las veces provienen de individuos o grupos inescrupulosos y oportunistas que han perdido el sentido del daño ocasionado y han acogido la ley del “todo vale” (maquiavelismo) con tal de beneficiarse ellos o perjudicar a sus opositores.
Algunas son tan infundadas que se desenmascaran por si solas. Anónimas y escandalosas, pecan por grotescas: la muerte de un personaje de renombre, el pronóstico de una tragedia, el obsequio de un bien, la ganancia de una lotería o de la herencia de un anciano desconocido.
Hay otras, con autor confeso a bordo, fácilmente creíbles debido a la seriedad o popularidad del creador. Es el caso del castrochavismo que nunca supimos si fue o es un partido, movimiento o ideología política, pues de él no conocemos sus teorías, propósitos, estatutos, historia etc. Fue, eso sí, una falsa noticia lanzada por el Centro Democrático, para intimidar a partidarios del proceso de paz y así votar en contra de su implementación. A este grupo cizañero de falsas noticias, también pertenecen la campaña presidencial de Donald Trump y el famoso “brexit” del Reino Unido.
Ahora, está de moda la estafa por internet o por llamadas telefónicas, mediante simulados mensajes o comunicaciones que informan del bloqueo o actualización de cuentas bancarias, recarga gratuita de celulares, familiares en emergencia, con la intención de obtener información clave de sus fondos, para acceder al dinero y robarlo.
Existen aquellas, sin ningún argumento serio que, por su retórica y estructuración, resultan muy convincentes. Ejemplos: la muerte por diabetes de colibrís que abrevan en antejardines con dispositivos cargados de agua con azúcar; o la suciedad encontrada en la barba de algunos caballeros, más alta que en los inodoros públicos.
Pero la modalidad soterrada de falsas noticias, auspiciada por periodistas amarillistas, prensa, radio o televisión alharaqueros, que nunca cotejan la veracidad científica del contenido, es pan de cada día, sobretodo en el medio radial y con temas de la salud. Díganme, estimados lectores, si no han leído publicidad o escuchado programas matinales con un sinnúmero de teguas, “profesores”. “damas”, “futurólogos”, “indios” etc., que con solo su firma adivinan la personalidad, problemas sentimentales, económicos, enfermedades y ofrecen la solución mediante pócimas o consejería cobrada y dada en exclusivas ceremonias esotéricas. Entre más terminología rebuscada usen, más títulos raros exhiban, más costosa es la consulta. Igual, las entrevistas a un numeroso grupo de supuestos “expertos” en áreas de la medicina, que ofrecen la mejoría de múltiples males con dietas especiales, células madre obtenidas de embrión de pato, terapia con ozono, limpieza del colon (¿cómo será eso?), cámaras hiperbáricas y muchas mentiras más.
Y qué decir de la gran cantidad de productos farmacéuticos en comerciales de televisión, incluyendo cicatrizantes, cremas antiarrugas, antivaricosas, ya sancionados en varias ocasiones por la Superintendencia de Salud, al encontrar engaños en sus anuncios publicitarios. Muchos medicamentos que sanan todo tipo de dolencias, atrevidamente promocionados por médicos de fonendoscopio al cuello y bata blanca que, disimuladamente, invitan a la automedicación sin anunciar sus posibles efectos deletéreos. Entre otras, seguramente de anunciadores terminarán muchos profesionales de la salud si la Ley 100 sigue su camino tan campante con salarios miserables y contrataciones vergonzosas.
Corresponde estar pilas para no ser atropellados por tanta basura en los medios de comunicación. Enriquecernos y promover la lectura crítica, buscando al autor serio y la fuente evidente de la información recibida. Dudar del artículo que carezca de estos elementos. Exigir el periodismo honesto, la noticia verdadera y siempre astutos ante los astutos.
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