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ÁLVARO GRIJALBA GÓMEZ
Cuando los vientos veraniegos de junio empezaban a soplar sobre el verde y hermoso paisaje de la histórica y centenaria Almaguer, y la luna emergía entre altas y erguidas montañas, lindos riscos y picachos, en el hogar de los jóvenes esposos Don Aurelio Gómez López y Doña Filomena Rodríguez Mosquera, él, Alcalde de ese municipio caucano, y ella, bella educadora de la niñez, se escuchó el llanto de una pequeña y preciosa chiquilla al nacer, un dos de junio del siglo pasado en 1926, hace hoy noventa y tres años, y a quien bautizaron con el nombre de Myriam.
Allí creció con sus otros dos hermanos, Hernán y Gloria, se educó en el Colegio Santa Clara de la Comunidad de las Hermanas Franciscanas, y luego fue enviada a Popayán a culminar sus estudios como Institutora en la Normal Superior de Señoritas de ésta Ciudad, donde optó a sus quince años, el título de Maestra Normalista.
Hermosa jovencita llena de dulzura y amor por su profesión de Maestra Educadora de niñez y juventudes, fue nombrada profesora de la escuela de los Dos Brazos y así inició su periplo misional de servidora de la educación en distintas escuelas y colegios de la Ciudad, que le valieron el otorgamiento de la Medalla José Hilario López por parte del Departamento del Cauca, al cumplir cincuenta años de ininterrumpidos servicios a la educación.
En la plenitud de su juventud conoció a nuestro padre Hernán Grijalba Fuentes, hijo del Coronel Ignacio Grijalba Guevara, y Doña Humberta Fuentes Valdivieso, distinguida dama chilena, con quien contrajo matrimonio y de cuya unión nacimos ocho hijos: Harold (F), Alvaro Orlando, María Consuelo, Elsy Estela, Astrid Jimena, Pedro Felipe, Liliana Eugenia y Mónica Lorena.
Mamá Myriam, inigualable esposa y maravillosa madre, es una mujer llena de virtudes y bondades, que nos ha dado su infinito y perdurable amor, nos ha entregado siempre su corazón para disfrutar de sus ternuras y mimos.
De ella recibimos nuestras primeras enseñanzas en la religión cristiana y católica, nos enseñó a rezar, dar gracias y pedir a Dios por nuestras necesidades, nos inculcó la devoción a la Virgen María y nos llevaba a la iglesia los domingos y a las procesiones de Semana Santa cada año.
Tomó cariñosamente nuestras manos de niños para enseñarnos a escribir y pintar, nos educó en el canto y la declamación, nos infundió el amor por el paisaje y la belleza de la naturaleza, nos instruyó en la defensa de la vida, de las cosas hermosas que nos rodean, nos ilustró con la urbanidad de Carreño, los buenos modales, el buen comportamiento y muchas cosas más para formarnos como ciudadanos de bien.
Ella nos enseñó a expresarnos apropiadamente desde niños, a respetar los mayores y superiores, a ser buenos y solidarios hermanos, y a mirar la vida con optimismo.
Ella nos ha entregado sus tiernos y valeroso consejos salidos de su corazón de madre, en momentos difíciles de nuestras vidas, para ayudarnos a superar dolores, cruzar dificultades y salir adelante.
Ella ha cubierto de amor inconmensurable a nuestros hijos sus nietos, quienes rodean de amor y afectos a esa maravillosa abuela que los acaricia, abraza y besa con la dulzura y la ternura que solo una madre abuela sabe dar a esos seres que son prolongación de su existencia.
Ella es faro que ilumina nuestra familia, es el pilar central del andamiaje de la misma, es fortaleza para todos en nuestras angustias, es la alegría, es el júbilo de la bendición de Dios que nos la conserva plena de vida, lucidez e inteligencia.
Ella canta, ríe, llora, celebra, baila, cuenta historias, escribió memorias, es una preciosa mamá y abuela que espera la llegada de hijos y nietos cada día, cada tarde, cada noche, para hablar nosotros, darnos ánimo y estimularnos.
Capas y cintas de tunos flamearán hoy al son de guitarras, panderetas, violines y acordeones, para entonar las mañanitas y el feliz cumpleaños, a nuestra adorada Mamá en sus noventa y tres junios de fructífera existencia, que reboza de alegría nuestros corazones, que damos gracias a la Divina Providencia por permitirnos celebrar el nacimiento de esa entrañable y maravillosa Mamá, con la que ha premiado nuestras vidas unidas a la suya siempre.
¡Felices noventa y tres adorada Mamá!
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