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HORACIO DORADO GÓMEZ
Mis lectores, en su mayoría, son patojos de pura cepa, para ellos escribo estas remembranzas de las que tal vez fueron protagonistas.
En el añoso Popayán, a mediados del siglo pasado, las visitas a la novia se hacían, con período de prueba, “chupando” ventana y sereno durante un tiempo. Solo cuando se pedía la mano, podía entrar a la sala a platicar de 7 a 9 pm, pero eso sí, acompañado de la mamá, abuela o la tía, mientras tejían o chancleteaban la máquina “Singer”, dándoles “vuelticas” a los novios. A fiestas iban escoltadas por el papá o hermano, máximo hasta la una de la mañana. Así que, al altar, las novias llegaban vírgenes, pues, no había ocasión ni para un “piquito”, a duras penas “cogidita de mano”.
Por eso, en aquellos tiempos, las diversiones nocturnas que rebajaban la calentura carnal del “departamento de abajo”, se aquietaban en la “zona de tolerancia”, donde se toleraba la prostitución a personas adultas de manera legal. Algunos solían llamarla: “la calle doce”, comprendida entre las carreras 7ª y 8ª. Otros, calificaban como: “zona roja”, al barrio donde se concentraba la prostitución con negocios relacionados con la industria del sexo, tal vez relacionada así por el empleo de luces rojas –bombillos- para que los clientes pudiesen identificar las “casas de citas”. Era legal, no porque las mujeres que se dedicaban a esa actividad, expidieran “factura”, sino porque se obligaban con la Dirección Departamental de salud, a realizarse exámenes médicos para garantizar que no eran portadoras de venéreas como la sífilis,-enfermedad de transmisión sexual de moda- Allá caían, estudiantes, agentes viajeros, altos funcionarios públicos y privados buscando mujeres en trance de fatalidad.
Tengo varias narraciones acerca de esto, entre ellas, esta: hace unos años, el poder ejecutivo (1971-1972) a cargo del Abogado y ex militar César Negret Velasco, emitió un decreto prohibiendo la prostitución en aquel céntrico lugar de Popayán, a donde concurrían oferentes y demandantes de la oferta sexual.
La reciedumbre y el carácter para afrontar situaciones del Alcalde –con mayúscula- hicieron que las trabajadoras sexuales que necesitaban darle de comer a sus familias, las emigrara a las afueras de la ciudad, al crucero de Totoró, para que trabajaran con más privacidad y sigilo. Este fue un Alcalde estudioso, reflexivo y muy acertado, que resumía su personalidad con actos de firmeza. En una ocasión, defendió de un truhan policía al reconocido periodista Hembert Javit Paz. En otra, cuando el gobernador de turno, Rodrigo Velasco Arboleda, hizo detener a su profesor Ernesto Saa Velasco, reaccionó, frente a esa circunstancia dada por motivos de orden público, renunciando a su cargo.
Hoy, la prostitución va de la mano de la marginalidad, la pobreza, y el crimen organizado, rondando por todas las calles de la bella Popayán. Conjunto social que ´hace su agosto´ pasadas las 10 de la noche cuando se abren más bares y, ocultas tabernas que representan el extremo opuesto de lo convencional y conventual de la ciudad años atrás.
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