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    Hipatia

    FERNEY SILVA IDROBO

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    Fue arrojada al suelo, en tanto, los que vendían la verdad enviaban a los más ignorantes a conseguir piedras; ella se rehusaba a renunciar a lo que consideraba razonable, a pesar de haber decidido vivir virgen, entregarse por completo a la búsqueda del conocimiento y enseñar; fue apedreada hasta que sus huesos fueron triturados y su sangre se escurrió en el piso, por hombres que en sus vasijas solo les cabía la ignorancia.

    El oscurantismo no solo fue la designación a una época, donde el ser humano cambio el conocimiento por el miedo, fue el tiempo en que la ignorancia demostró ser un gran instrumento de manipulación para la concentración del poder y la riqueza material. La historia este llena de estos relatos.

    Hipatia fue asesinada, hace más de 1600 años, cuando ejercía los mismos derechos de los hombres, era una ciudadana que respetaba la creencia y manifiesto de los demás; la individualidad y liberta como un compromiso colectivo.

    Hoy vivimos tiempos de oscurantismo, tal vez con elementos adicionales, pero en últimas, arrojando las mismas secuelas.

    Pareciera, que la gente por las redes sociales y el avance tecnológico, tuviese mayor capacidad de expresarse y emitir sus opiniones, conocer lo que sucede alrededor del mundo; sin embargo, el resultado sigue siendo el mismo, manejo incompleto de la verdad que la hace una falacia, que llena las vasijas de ignorancia, para que algunos salgan apedrear el conocimiento guiados por sus necesidades construidas por otros, así tirar el anzuelo y pescar la voluntad.

    El conocimiento es la base de cualquier civilización, la búsqueda constante de él permite acortar brechas y liberar al hombre de las ataduras de otros iguales. No existe sociedad perfecta, porque somos la imperfección natural de la existencia. Eso hace de la vida un espacio maravilloso de oportunidades.

    Cuando pasen estos días, cada uno tendrá que rendirle cuentas al tiempo; casi 60 soles han aparecido durante el paréntesis que la vida nos colocó, ¿qué hemos aprendido? y no solo refiero al concepto del respeto a la naturaleza del planeta, a la familia y los seres vivos, que son fundamentales; pero en este caso reseño aun aspecto más pragmático.

    Colombia lo enamora todo, pero, eso no impide observar la realidad como la construcción del pasado y el anticipo del futuro; un presente que debe ser el diagnóstico de nuestra misión existencial.

    Mientras más de 20 países en el mundo, investigan como hallar vacunas contra todos los bichos, encontrar el logaritmo perfecto para la inteligencia artificial, conquistar los planetas cercanos y regresar a luna; además, respetar el tema del medio ambiente no como argumento altruista sino de supervivencia, el perfeccionamiento del ser humano que permita garantizar la ausencia de violencia, crear alta tecnología y hacer imperecedera la materia que recubre a los seres humanos.

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    Aun, cuando estos saltos importantes suceden, acá todavía nos debatimos en pasarnos el semáforo en rojo, burlar colas, comprar el atún a 20 mil, hacer política con el hambre de la gente, rechazar las virtudes de nuestros contradictores y amansar sus desaciertos. Pareciera que la pandemia nos desnuda, en tanto, el mundo avanza a pasos agigantados, nosotros no obstante seguimos como el gato atrás del cascabel.

    Si Hipatia estuviera en estos tiempos, ya se habría apedreado ella misma, porque después de tantos siglos tenemos la mente más nublada.

    Si seguimos a este ritmo, cuando descubramos algo notable para el mundo, ya no existirán los seres humanos.

    La educación sobre la base del conocimiento y la convivencia son el único camino a la libertad.

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