Se ha activado el operativo para la liberación del ex congresista Odín Sánchez y eso permitirá que se inicien formalmente las negociaciones con la guerrilla del ELN con miras a su desarme y la reincorporación de sus miembros a la vida civil. Esperemos que eso ocurra pronto porque ahora que estamos en una fase crucial del proceso con las FARC, la suerte del ELN resulta esencial para asegurar la construcción de una “paz estable y duradera” como se ha dicho.
Todos los avatares para el inicio de éste proceso demuestran que es necesario pactar, desde ya, un cese del fuego. Después de la experiencia en El Caguan, al final de los 90s con las FARC, cuando esa guerrilla usó el proceso de paz para fortalecerse militarmente se ha dicho que el cese del fuego debe ser al final del proceso y no al comienzo y de hecho así ocurrió con las FARC. Una decisión de ese tipo, si bien, deja abierta la confrontación le da solidez a la conversación porque la saca de los debates permanentes sobre el cumplimiento o no del cese del fuego, máxime si éste se pacta, como habría que pactarlo, sin concentración de la fuerza de la guerrilla.
Esa teoría funcionó a cabalidad con las FARC pero resulta insostenible con el ELN por el clima de opinión alrededor de las negociaciones con las guerrillas, que está caracterizado por un marcado rechazo de los ciudadanos al otorgamiento de concesiones a los alzados en armas, como se expresó con el resultado del plebiscito del 2 de Octubre, y un hastío con las acciones violentas de quienes en el discurso enarbolan un mensaje de paz pero en la práctica lo contradicen. No hay espacio para sostener una mesa de conversación con el ELN en medio de la confrontación.
Hace unos días cuando un periodista le inquirió a Pablo Beltran, vocero del EWLN en la negociación, por los secuestros, dijo abiertamente que era la consecuencia de querer hacer una negociación en medio de la confrontación e incluso usó la expresión amenazante: “ténganse de atrás” y reiteró que están dispuestos a pactar una tregua bilateral. En mi opinión, eso era inaceptable en el pasado, pero ahora resulta totalmente necesario.
Los riesgos de un cese del fuego sin concentración de la guerrilla son obvios, pero menores si se comparan con la inestabilidad de la negociación adelantada en medio de la confrontación. Con las FARC en la práctica hubo un cese bilateral, que si bien solo fue formalmente una tregua unilateral de la guerrilla fue respondida con una disminución de las acciones de la fuerza pública para contrarrestarla en los últimos quince meses de la negociación.
Sería posible pactar un esquema internacional de verificación que ayude a garantizar que no habrá confrontaciones entre la guerrilla y la fuerza pública mientras duran las negociaciones, que hechos como el ocurrido en Arauca la semana pasada en el que el ELN asesinó a dos conductores de camión o los ataques a la infraestructura eléctrica dejan de ocurrir.
Habría al menos un desescalamiento sustancial del conflicto con el ELN, el cual resulta crucial para conseguir el respaldo de la opinión a esa negociación y para dar solidez al proceso de implementación dela cuerdo con las FARC, si es que logra salir del pantano en el que quedó con el triunfo del NO en el plebiscito.
Las partes han dicho que el primer punto es el de acciones humanitarias para desescalar el conflicto pero cada una de ellas requiere un nivel de discusión y un protocolo de cumplimiento tan dispendioso que sin dura sería más eficaz pactar una cese bilateral, del estilo “estatua” al que con razón el gobierno se ha opuesto en el pasado, pero que ahora puede ser la llave para dinamizar éste proceso.
Para el Cauca y todo el suroccidente sería una extraordinaria noticia que termináramos el año con las FARC en proceso de desmovilización definitiva y el ELN en cese del fuego. Se cerraría un año verdaderamente histórico sin el lastre de las consecuencias nefastas que ha traído el conflicto armado para éste departamento.
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