Recuerdos del colegio

HAROLD MOSQUERA RIVAS

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Caminando por el museo vaticano, en procura de llegar a la capilla Sixtina, para ver frente a mis ojos esa maravillosa e inmortal obra de Miguel Ángel Bounarroti, se recorren en medio de un río de visitantes de todo el mundo, salones llenos de arte, en especial de Egipto y de Italia, al final del camino, custodiada por decenas de guardias de seguridad, está la famosa capilla, la cantidad de gente allí presente produce un calor humano que eleva de manera significativa la temperatura del ambiente.

No se permite tomar fotos ni videos, el asombro es total, nadie quiere salir de la capilla para darle paso a quienes esperan turno, casi a la fuerza debe ser retirado cada grupo en procura de que circulen en beneficio de sus sucesores. Justo en ese momento, vino a mi memoria el recuerdo de mis profesores del colegio oficial Guillermo Valencia en Cali, cuando el historiador Julio Florencia Escobar nos contaba la historia de Italia, de su moneda La Lira y de sus grandes maestros del arte, Leonardo Da Vinci y Miguel Ángel Bounarroti, entre otros, el proceso de la pintura de la Capilla Sixtina y lo que ello significó para el artista y para el mundo entero, que tiene en Florencia su mayor escultura, El David.

Casi todos mis profesores del colegio hoy están muertos, pero a ellos y a quienes los sobreviven quiero agradecerles en la distancia todo lo que aportaron para nuestra formación, pue al visitar los lugares que de niños solo podíamos ver en las enciclopedias y en los atlas de geografía, se siente que valió la pena tanto sacrificio realizado en los años del colegio, caminando con los compañeros de regreso a la casa cuando no alcanzaba el dinero para pagar el transporte en bus y recordando en esos largos trayectos todo lo enseñado en clase por los maestros.

Cuanto daría por poder encontrar a mis profesores para darles un abrazo y referirles que pasé por Carrara y vi los grandes bloques de mármol que fueron tan famosos en los tiempos de los carteles de la droga, pues eran la base de sus lujosas mansiones. Que estuve en Asís y recordé la historia de San Francisco y el Lobo, además de todos los milagros que realizó en vida. Que en Turín me quedé con las ganas de ver el Manto Sagrado porque la iglesia católica ha decidido preservarlo alejado de la mirada de los turistas, sin importar que religió profesen.

Que el término pinacoteca es utilizado con mucha frecuencia en este país, mientras en Cali, la única vez que en el barrio se anunció que en una esquina se abriría pronto una pinacoteca, los viejitos pensionados todos los días preguntaban a los vigilantes del lugar por la fecha en que se iniciaría la rumba en ese sitio, pues para ellos todo lo terminado en teca significaba rumba, como viejoteca, discoteca, cuchoteca, Salsoteca, etc. Cuál sería su asombro cuando vieron llegar los cuadros que convirtieron aquel lugar en la única galería de arte del sector, la misma que debió cerrar pronto sus puertas porque la gente no tenía suficiente dinero para comprar las obras que allí se ofrecían y que al final terminaban siendo un gasto suntuario, de esos que poco se hacen en los sectores populares, por falta de dinero.

Hoy comprendo mejor el valor que tiene nuestra educación pública, el único barco seguro para llevar a nuestro país al puerto de la justicia social.