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HAROLD MOSQUERA RIVAS
En los últimos 20 años, de manera ininterrumpida, he compartido en el Municipio de Garzón, la semana final del mes de junio, de las fiestas de San Pedro, cuando en cada municipio de Departamento del Huila, la administración Municipal organiza las fiestas e integra a toda la ciudadanía alrededor de desfiles tradicionales, comparsas, reinados, exposiciones y presentaciones de grupos musicales.
De las diferentes fiestas que he tenido oportunidad de disfrutar en Colombia, creo que esta es la más grande, por cuanto integra a todo el Departamento, incluyendo a los niños y niñas, que visten sus trajes especiales para la ocasión y desfilan bailando el San Juanero. Posiblemente haya que establecer si el carnaval de blancos y negros de Nariño tiene igual o mayor convocatoria.
Las familias se integran en torno a la gastronomía, llegan de diferentes lugares y países, para compartir las fiestas, organizan la lechona, el asado huilense, los tamales, los desayunos con achiras y quesillo y otros platos que con facilidad incrementan el peso corporal de los visitantes.
Capítulo especial ocupan los concursos de rajaleñas, en los que se improvisan coplas alusivas a la situación económica, la política, los eventos sociales del Municipio y los personajes destacados del momento, en ellos se premia la creatividad de los participantes.
Pero como no todo puede ser felicidad, llega el momento del regreso, cuando hay que hacer maletas para volver a casa y se va recorriendo la geografía huilense para volver a Popayán, padeciendo muchos más que en el viaje de ida, el mal estado de las vías, sea cual fuere el camino que se tome, se evidencia en las carreteras al abandono del Estado. Un recurrido que debería realizarse en dos horas, por la distancia que hay de Popayán a Pitalito, dependiendo de la hora de salida y las contingencias de la carretera, llega a demorarse hasta 8 horas, cuando no es que los viajeros deben dormir en el páramo, por cuenta del algún vehículo varado o un accidente en el camino.
Conocer y compartir con la gente del Huila, es una experiencia maravillosa, su calidez, su hospitalidad y su afecto, invitan a repetir cada año la visita a disfrutar del San Pedro.
Espero que la providencia me permita volver al Huila muchos años más para repetir esta experiencia maravillosa, que se convierte en una especie de oasis en el desierto de acontecimientos trágicos y dolorosos que cada día inundan sin parar los noticieros de nuestro país.
Si pudiéramos conseguir que los 365 días del año, toda nuestra gente pudiera alcanzar la felicidad que se comparte en las fiestas de San Pedro, creo que estaríamos ante el instrumento indicado para construir la paz que cada vez parece más lejana de lo que soñamos. A quienes no han tenido el privilegio de disfrutar un San Pedro en el Huila, espero que esta columna les sirva de motivación, para que hagan los ahorros necesarios y al llegar la última semana del mes de junio del próximo año, puedan pegarse la rodadita, justo cuando todos los caminos conducen al Huila.
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