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HAROLD MOSQUERA RIVAS
En la Universidad del Cauca tuve ocasión de conocer varios tipos de profesores, algunos que enseñan para el respectivo semestre, pues al terminar el mismo los estudiantes ya han olvidado sus enseñanzas otros que enseñan para la carrera que se está cursando, pues al terminar la carrera se recuerda poco de lo aprendido con ellos, Pero hay otros enseñan para toda la vida, pues lo que con ellos se aprende, jamás se olvida.
En esta última categoría estuvo siempre el doctor Samuel Ernesto Constaín González, maestro del derecho comercial, amigo fraternal y solidario y ejemplo de vida para muchas generaciones de abogados del alma mater, de la que además de docente fuera decano. La semana pasada mientras culminaba un viaje por Italia con ocasión de un Congreso Mundial de Derecho Laboral, tuve noticia por las redes sociales del homenaje que se le haría en la Facultad y lamenté no poder participar del mismo, para expresarle desde lo más profundo del corazón el cariño que siempre le profesaré. Su estado de salud era tan delicado que no pudo asistir al acto de celebración. Luego supe de su fallecimiento, dos días después del homenaje, estando el suscrito aún ausente de la ciudad Blanca.
En la distancia lamenté la partida del maestro y volvieron a mi memoria aquellas clases gratas a las que jamás ningún estudiante sensato faltaba, para escuchar con agrado al profesor erudito en cada una de las materias que orientaba, respondiendo sin egoísmos todas las inquietudes de los estudiantes y dando al final mucho más de lo que conforme al programa le correspondía.
Exigente, de carácter, pero amable y siempre grato. Una vez terminada la carrera, se convertía en fuente de consulta de todos los ex alumnos, sin egoísmos y con una solidaridad poco común en nuestro gremio, incluso, en aquellos casos en que terminaba siendo nuestra contra parte, procuraba una solución conciliada en beneficio de las partes y sus apoderados, en un desprendimiento que incrementaba nuestra admiración y afecto por él.
Compartir reuniones sociales con el maestro Samuel era otra oportunidad para disfrutar de sus maravillosos relatos, su sonora carcajada y unos buenos tragos que hacían sentir corta cualquier noche. Por mi condición de abogado laboralista, fueron múltiples las ocasiones en que tuve que acudir a la oficina que compartía con su hermano Cristóbal y su esposa Susana Ramos, sacando siempre un tiempo para la tertulia y el compartir de colega y amigo, así la visita no fuera para él.
El Maestro Samuel proyectó el legado de su padre, quien formara parte de la mejor Sala Laboral de la Corte Suprema de Justicia, cuando se denominaba Tribunal Supremo del Trabajo, dejando una compilación de jurisprudencia laboral que jamás pudo repetirse. De manera admirable el Maestro Samuel terminó enfrentando una tortuosa enfermedad que fue minando sus fuerzas y apagado lentamente el cirio de su vida, sin quebrantar su espíritu, estoico y valiente se marchó a su encuentro con el creador, donde estoy seguro estará haciendo efectivos los cheques posfechados de sus buenas obras en estas tierras de sus amores.
Dios guarde por siempre al maestro Samuel Ernesto Constaín González, honra y prez de nuestra patria.
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