- Inicio
- Mi Ciudad
- Mi Región
- Política
- Opinión
-
Deportes
- Copa El Nuevo Liberal
- Judicial
- Clasificados
- Especiales
HAROLD MOSQUERA RIVAS
Hasta el pasado domingo, cada vez que hubo elecciones, cuando fui designado como jurado de votación, me correspondió una mesa ubicada en el claustro de El Carmen de la Universidad del Cauca, a tres cuadras de mi residencia habitual. Pero el pasado domingo, para la consulta anticorrupción, fui asignado como presidente de una mesa de votación en la Institución Educativa El Mirador, ubicada en el sector de ladera del Occidente de Popayán.
Llegué de Cali para cumplir con mi deber a las 7 a.m., ingresé hasta el salón de clases en el que estaba ubicada la mesa número 22, en ese trayecto volvieron a mi memoria los recuerdos de los años 70 en el Colegio Oficial Guillermo Valencia de la ciudad de Cali, la sencillez y humildad de los salones de clases, los pupitres, el tablero, la tiza, el borrador, los estudiantes, las horas de recreo, los niños corriendo por el patio tras sus compañeros en juegos colectivos y la ilusión de alcanzar el título de bachiller con buena nota en las pruebas del Icfes para acceder a un cupo en la Universidad Pública, en la que pudiéramos obtener el título profesional que nos permitiera cambiar las condiciones de pobreza en las que vivimos hasta entonces. Fue nostálgico volver a ver la tabla periódica de los elementos, de la cual siempre fue imposible aprender los nombres tan complicados de la mayoría de los 118 elementos, su fórmula y su número atómico.
Mientras las 126 personas de un total de 390 que esperábamos, cumplieron con su deber de votar, conversé con los compañeros de mesa, madres comunitarias y trabajadores del sector que compartieron conmigo historias de los barrios vecinos, de sus personajes típicos y del diario vivir, propio de los sectores populares, donde de tanto compartir los vecinos de cada cuadra se convierten en una sola familia. No sé qué capricho del destino me llevó el pasado domingo como jurado de votación a ese colegio, pero regresé a Cali anhelando que la consulta alcanzara el mínimo requerido, para dejar constancia de nuestra inconformidad con las prácticas que reducen el presupuesto de sectores tan importantes como la educación pública. Pues esa Institución Educativa tendría mejores salones de clases, proyectores de videos y otras ayudas electrónicas en casa salón, si la corrupción en nuestro país no fuera tan voraz.
No obstante, el resultado final no fue el esperado y a pesar del entusiasmo de los promotores, seguiremos esperando con ilusión, ese día en que la riqueza de nuestro país se reparta de manera más equitativa, lo que presupone acabar con la corrupción e invertir esos recursos en educación, vivienda, salud y recreación entre otros servicios y bienes para la comunidad.
Espero que en los próximos procesos electorales el destino me lleve de nuevo a esos sectores populares de Popayán, para compartir de nuevo con tanta gente amable y bella, para volver a ver desfilar a esos electores de conciencia en cuyos vestidos y adornos la pobreza enseña sus mejores galas y la esperanza grita sin hacer ruido alguno.
Comentarios recientes