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HAROLD MOSQUERA RIVAS
El próximo domingo en Colombia celebraremos el día del padre. Fecha no tan especial como el día de la madre, pero de grata recordación para quienes hemos tenido el privilegio de contar con un padre trabajador, responsable, afectuoso y modelo de ser humano.
El mío nació hace 86 años en la vereda Chiquichoqui de la provincia del San Juan Chocoano en donde aprendió las labores del campo, siendo adolescente perdió a su padre y se vino por el río San Juan hasta el Océano Pacífico en una travesía larga y llena de ilusiones, para entrar por Buenaventura y terminar como trabajador en el sur del Valle y en el Norte del Cauca en los ingenios de la caña, de los cuales pasó a ser aprendiz y luego mecánico de profesión por más de 50 años en Cali. Siempre que se celebra la fiesta del padre, recuerdo con afecto y emoción que me tocó uno muy bueno.
Apenas hizo un año de primaria, pero tiene la sabiduría que da la escuela de la vida, ahora en la etapa final de su existencia, disfruta de sus hijos, nietos y bisnietos a través de los cuales ve prologarse su maravillosa existencia y espera con tranquilidad el momento en que el señor lo llame a reencontrarse con su recordada esposa, momento que sus hijos y nietos esperamos se demore bastante.
A todos los padres que en la vida han sido como el mío, les extiendo mi felicitación en su día, esperando que puedan disfrutar en la paz del hogar de esta fecha tan especial. Así mismo, para quienes jamás comprendieron el compromiso que entraña tal condición y se alejaron de sus responsabilidades, abandonando a sus hijos o limitándose a cumplir con la cuota alimentaria que fijó el juez, el vacío de la soledad les recordará en este día, que le fallaron a las personas que más los necesitaban, pero quizás todavía tengan tiempo para reivindicarse y darle a sus hijos todo aquello que les han negado. Imagino en este día a nuestro recordado maestro Ernesto Saa Velasco, quien siempre dijo ser agnóstico, allá en el cielo clamando bendiciones para su hijo adoptivo Alejandro, a quien sin ser el padre de sangre, todo en vida se lo dio.
Al maestro Iván Mejía, quien para muchos de quienes fuimos sus estudiantes y en especial para el Roly Vásquez fuera como un padre protector en los tiempos de academia de la Facultad de Derecho de la Universidad del Cauca, a los maestros Lalo Simmonds y Jesús Hernando Segura, Luís Afranio Tovar, Carlos Collazos y tantos profesores de la facultad de derecho que enseñaban a los alumnos con la maestría de un buen padre.
A ellos y a todos los que han disfrutado la vida luchando por sacar adelante a sus hijos, quiero felicitarlos en esta fecha especial y recordarles que la tarea no termina con la muerte, pues aún después de ella el legado seguirá proyectándose en el tiempo para las generaciones venideras. Espero que celebren en unión, armonía, alegría y felicidad como espero hacerlo con el mío este y todos los años que el creador me lo permita.
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