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HAROLD MOSQUERA RIVAS
Con ocasión de las vacaciones de mitad de año, decidí visitar a mi hermano Jairo, en Manitoba Canadá, a donde debió exiliarse por causa del cierre de la productora de llantas Michelin, que inicialmente fuera Icollantas.
Me impresionó de manera grata conocer un país tan ordenado, multicultural, en donde los ciudadanos respetan las normas, no se encuentran indigentes en las calles, hay programas sociales para atender a los ancianos, la salud es gratuita y el trago carísimo. Todo el que quiere trabajar encuentra empleo y con éste, condiciones dignas de vida.
El problema radica en que a los latinos en Canadá se los necesita es como mano de obra, esto es, como albañiles, encargados del aseo, meseros, lavadores, cocineros, etc. Pero la mayoría de inmigrantes que son profesionales, llegan con el sueño de ejercer su oficio, anhelo que para la mayoría se va diluyendo con el tiempo, cuando deben aceptar empleos de supervivencia y poco a poco ir olvidando que en Colombia eran médicos, ingenieros, abogados, contadores, enfermeras, licenciados y en general personas que con esfuerzo alcanzaron su título profesional.
En Canadá estos títulos deben validarse, pero eso tiene tantas exigencias, que es como empezar de cero. A ello se suma que la experiencia profesional adquirida en Colombia, no tiene valor, por ejemplo mi hermano trabajó en Icollantas desde 1989 hasta el año 2013 cuando se decidió el cierre, pero esa experiencia profesional no ha servido para que acceda a un empleo como ingeniero y ahora se encuentra estudiando de nuevo en la Universidad para poder ejercer la profesión en la que cuenta 32 años de experiencia.
Este drama hace complicada la adaptación de los colombianos en Canadá, pero al mismo tiempo incrementa la nostalgia de patria, pues a pesar de la comodidad en la que viven, los inmigrantes padecen el frío del invierno y de la forma de ser de los canadienses, que no celebran como nosotros cada acontecimiento de la vida, que no son tan alegres, tan saludables, tan divertidos y extrovertidos como los colombianos.
Esta primera visita al Canadá ha sido impactante, pues si bien es un país muy grande, no tiene tanta diversidad y riquezas como Colombia, no obstante ello, se nota que se distribuye de manera más equitativa la riqueza y por eso no hay nadie en ningún semáforo buscando dinero para la subsistencia, los inmigrantes acceden por su trabajo al crédito de vivienda y automóvil y la mayoría optan por un vehículo lujoso que en Colombia laborando como profesionales nunca pudieron tener, allí lo consiguen hasta lavando platos.
Este tipo de experiencias nos sirven para renovar los sueños por una Colombia diferente, donde se permita la riqueza, pero también se garantice la satisfacción de las necesidades básicas a la población entera, donde la violencia deje de ser la noticia de todos los días en los medios de comunicación nacionales, donde la muerte deje de llevarse tantos niños y jóvenes que merecían morir de viejos y además de ello, sigamos siendo alegres y disfrutando cada día de la vida como si fuera el último de nuestra existencia terrenal.
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