(*) Ex.diplomática
Todos estamos de acuerdo en que las próximas elecciones serán las más importantes que tendrá el país en los últimos 50 años.
En ellas se definirá el rumbo del país, es decir: avanzaremos en la historia, o retrocederemos para quedarnos sepultados en el atraso y en la violencia.
Lo lamentable de ello, es que el pueblo colombiano no tiene conciencia de tal importancia, y la clase política con honrosas excepciones, carece de un carácter con espíritu nacionalista, solo se centra en sus propios egos, y no sabe que, con ello, solo logrará que gane el peor, el que menos se piensa.
Llevar al país a esta suerte, es como apostar a los dados; y corremos el riesgo de acabar por resquebrajar la democracia y sus instituciones, que tan golpeadas se encuentran a causa de la corrupción, la falta de credibilidad en los partidos políticos que tienden a desaparecer, el debilitamiento de la justicia con su cartel de la toga, y la falta de justicia social, entre otros tantos males que tenemos.
Desafortunadamente a la gente de bien no se le permite participar en las contiendas políticas, o tampoco quieren hacerlo para que no se les señale después de corruptos o de delincuentes. Antes era un honor formar parte de alguna de las tres ramas del poder público, hoy es una vergüenza y un negocio.
Los partidos aún no han hecho su purificación interna. Las drogas, la corrupción, las componendas y los carteles al parecer aún existen dentro de estas organizaciones, a tal punto que algunos candidatos prefieren salir a recoger firmas a salir elegidos en los partidos que ellos mismos crearon, pues la corrupción es tanta que tendería a desaparecer su organización política si en realidad se hace una verdadera depuración al interior de la misma.
El país vive en una sociedad en crisis, y es un laboratorio de sus conflictos y de sus soluciones. Lo ideal sería que el pueblo colombiano tomara conciencia y adoptara un cambio radical de actitud, y superara el extenso período de violencia, discordia social y debilidad nacional causado por tantas guerras a lo largo de su historia.
Ahora, es el momento de que la nación entera se comprometa con la paz, con el progreso, con la justicia social, con el desarrollo y con una educación a la altura de la época, de nuestra idiosincrasia y de sus realidades.
Es el momento para que los candidatos se hagan elegir con programas discutidos con la comunidad, de posible ejecución y que beneficie a todos sin exclusión alguna. Es la hora de que acabemos con los cacicazgos, los discursos plagados de figuras retóricas, desinformación y populismo.
Los partidos y sus candidatos deben de tener presente que la dinámica social de hoy es diferente. Un pueblo educado aprende a reclamar y a conquistar sus derechos en el contexto democrático a través de la negociación y el reclamo justo de sus derechos, sin olvidar que también tiene obligaciones para con la sociedad y con el país.
Una nación sin educación y excluida termina, como hasta ahora, en la violencia, el resentimiento y la ilegalidad.
Debemos vivir en un mundo moderno en donde podamos diferenciarnos no solo por nuestra cultura, sino por nuestro compromiso por un país y donde todos quepamos sobre la base del respeto y la tolerancia.
Debemos abrir caminos a la expresión democrática, para que los estudiantes puedan reclamar una educación digna para su época, los periodistas puedan ser escuchados, los campesinos puedan luchar y reclamar sus tierras y se les generen incentivos preferenciales para que se constituyan en foco de desarrollo del país y de la región; y para que los empresarios y la sociedad en general puedan enfrentar nuevos retos y alternativas económicas para su desarrollo y crecimiento propios así como los del país.
Debemos escoger a un líder que nos invite a con un país próspero y gobernable.
Lo cierto es que el próximo presidente deberá tener la mayoría en el congreso para poder gobernar, el problema es que los candidatos a estas instancias con excepciones, no representan la expectativa y la altura que se requiere. Parecería que seguiremos con los mismos y con las mismas. ¡Pobre país!
Este es el reto de los actuales candidatos a la presidencia: Renovar el congreso. ¡Que tarea…!
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