DIEGO FERNANDO SANCHEZ VIVAS
El 25 de noviembre del 2019, el joven estudiante de 18 años Dilan Cruz debía de asistir a su ceremonia de graduación de bachiller en Bogotá. En su lugar acudió su hermana Denis Cruz para pedir por la paz de Colombia y orar por la memoria de su hermano. Dilan murió como consecuencia de las heridas producidas por un agente del Esmad.
Todavía retumban en los oídos de los colombianos, los ecos sonoros de las marchas iniciadas el 21 de noviembre del año pasado, miles de personas de todos los orígenes y condiciones sociales, el maestro, el estudiante, el asalariado, el trabajador, unidos en una sola voz con una consigna irrenunciable, pedían cambios profundos en las condiciones del país.
Las políticas públicas en materia laboral, pensional, tributaria, salud, educación, servicios, deben atender los intereses de las mayorías y no a intereses de unos pocos que detentan el capital para su usufructo, el Estado debe proteger la vida de sus asociados, líderes sociales, comunidades indígenas, afro, campesinas y a sectores especialmente vulnerables como los niños y los ancianos, el acuerdo de paz debe implementarse sin dilaciones ni obstáculos, los derechos de las minorías deben ser respetados por el Estado.
No podía ser otra la lectura de las plazas llenas y el sonido de las cacerolas protestando pacíficamente hace un año por un estado de cosas que no responde a los requerimientos de las mayorías que observan como cada día se deteriora más su condición y la de sus familias y ven un futuro incierto sin un horizonte que pueda garantizar una vida digna para todos los colombianos. Frente a esa perspectiva, transcurrido ya un año de las movilizaciones sociales, y que por efectos de la pandemia, por varios meses el país permaneció parcialmente inactivo, y ahora por la reactivación se empiezan a tomar nuevamente los temas estructurales, debe concitarse un diálogo franco y abierto entre todos los sectores de la sociedad para exigirle al Estado que materialice políticas públicas que beneficien a las mayorías. El testimonio de vida y la muerte de Dilan Cruz deben llevar a que todos los colombianos nos unamos en una sola causa, construir un propósito colectivo de Nación para vivir en paz y con justicia social.