EDWIN DARÍO LIS HERRERA
No hay nada más perverso y más nefasto que la corrupción. En esta, confluyen agentes del sector público y privado, donde interactúan por medio de ofrecimientos de puestos burocráticos para que trabajen sus intereses particulares y de sus conglomerados económicos, el ofrecimiento de coimas, la malversación de fondos, fraudes electorales, contrataciones amañadas y a la talla que se requiera, la compra de los medios de comunicación, sometimiento de la justicia para amañar decisiones judiciales, la financiación de campañas políticas, la creación de bandolas y/o grupos de fuerza por fuera de la ley y licencia para matar.
Todo, para que su capacidad corruptora siga galopando sin que nadie pueda cuestionarlos y colocar en las instancias judiciales; la verdad.
Echar un vistazo a la organización Transparencia Internacional, en sus reportes recientes, se analiza que el país menos corrupto es Dinamarca, que puntúa con un indicador de 87 puntos, país que a lo largo de los años de medición, desde el 2012 hasta el 2019, ha oscilado entre 90 y este último puntaje; que tan formidable.
De igual forma Nueva Zelandia, Finlandia, Suecia, Suiza, Singapur, Noruega, Países Bajos, Luxemburgo y Alemania hacen parte, junto con Dinamarca, de los 10 mejores países a nivel mundial. Sus puntos en el año 2019, oscilan entre 80 y 87. ¡¡¡Que envidiable!!!
Y toca tomarlo de esta manera, porque la calidad de vida que gozan sus ciudadanos los ubica entre los mejores del mundo. En estos, la educación, la salud, el empleo, la seguridad y el medio ambiente, juegan un papel vital.
Sus gentes cuidan de lo público. De esta manera, la responsabilidad social entre sectores económicos de estas sociedades y su rol dentro del mismo estado es altamente diferenciador porque se trabaja sobre un bien común y unos fines colectivos de alto goce para toda una sociedad.
Colombia, por más que cacaree un discurso de anticorrupción, se sabe que estos gobiernos del orden nacional y territorial, para nada les interesa la suerte del grueso de su población que vive en la miseria, el desempleo y en la más extrema pobreza.
La clase política que tenemos no ha estado a la altura. Y no ha sido ahora, es de vieja data y venimos desde la constitución de la misma república de Colombia que se le arrodillo a la colonia española. Y, hoy vemos arrodillados estos agentes políticos, mandatarios nacionales y territoriales, a los grandes grupos económicos, financieros, transnacionales y mafiosos del país, para ser elegidos de nuevo. ¿De esta manera, como avanzamos?
La riqueza hay que trabajarla y hay que multiplicarla. Pero aquella, que viene de buenas fuentes y con el sudor del trabajo honesto. De hecho, somos un país altamente rico y poderoso en recursos naturales y con un talento humano tan excelso y exquisito, que no se le han abierto de verdad esas grandes oportunidades que nuestras generaciones demandan.
Traemos un legado de atrás bien cimentado fundamentado en principios y valores, pero para los que estamos señalando en esta pieza de opinión, no les interesa para nada. Su interés, es proseguir robando y asaltando el presupuesto público y engañándonos a todos con una poderosa maquinaria destructora y corrupta, donde la compra del sufragio y conciencia vuelve y los coloca en las altas esferas de decisión nacional.
Y toca hablarlo en castizo. Al ser nuestra patria bella y valerosa; no ha podido salir de ese deshonroso puesto 97, entre los 180 países, más corruptos del mundo. El puntaje asignado esta entre 36 a 37 puntos. Y, de ahí, no subimos. ¿Luego para que nos escandalizamos de nuestros países vecinos cuando estamos en peligro creciente? En Colombia, anualmente por corrupción se pierden más de 50 billones de pesos o 18.400 millones de dólares. Luego para el 2022, queremos una clase política consecuente con la honestidad, trabajando hombro a hombro con su pueblo y no vendida y relajada.