‘Gulgolet’, la escultura que sana la tierra

Cajibío, es el primer municipio del Cauca y de Colombia donde el artista plástico Elías Heim presenta ‘Gulgolet’, una escultura–huerta que pretende devolver el diálogo con la tierra y las comunidades que han sufrido el conflicto armado interno del país.

Por: Olga Portilla Dorado

Así se observaba ‘Gulgolet’ al caer la tarde. El pasado fin de semana fue el último encuentro de sabores y saberes donde participaron algunas personas, ahí no solo pudieron ver de cerca la escultura sino que conocieron cada una de las etapas del proyecto, desde la siembra de las plantas, el procesamiento de alimentos, los diálogos entre los invitados, el consumo de la preparación realizada con lo que produce la huerta y por último la iluminación. /Fotografía: Juan Pablo Pérez

Así se observaba ‘Gulgolet’ al caer la tarde. El pasado fin de semana fue el último encuentro de sabores y saberes donde participaron algunas personas, ahí no solo pudieron ver de cerca la escultura sino que conocieron cada una de las etapas del proyecto, desde la siembra de las plantas, el procesamiento de alimentos, los diálogos entre los invitados, el consumo de la preparación realizada con lo que produce la huerta y por último la iluminación. /Fotografía: Juan Pablo Pérez

Desde febrero, un grupo de profesionales liderados por el artista plástico caleño: Elías Heim, empezó a planificar un proyecto –apoyado por el Ministerio de Cultura- donde además de trabajar con comunidades, también tenía como objetivo darle un significado especial a la tierra y a los territorios afectados por el conflicto.

Con el ingenio del maestro Heim, nació ‘Gulgolet’, una escultura de carácter interactivo que también es una huerta que produce una serie de vegetales, los cuales se han cosechado y procesado para ser consumidos (cada ocho días) por los visitantes que llegan curiosos a conocer la obra.

“El objetivo central de la obra es propiciar un diálogo cordial con la tierra y sus semejantes, en un acto comunitario de sanación simbiótica con el territorio, sugiriendo la reflexión colectiva sobre el dolor y la violencia acumulada durante décadas en este lugar donde está emplazada esta propuesta plástica”, señalan desde el Ministerio de Cultura.

Sobre por qué escoger el municipio de Cajibío, el maestro Elías Heim, manifiesta que la locación que buscaban para la obra debía ser coherente con el proyecto, que tuviera un sentido de reconstrucción de la tierra, ya que “la obra funciona como una especie de bálsamo o elemento curativo para este lugar que ha sido muy maltratado y que ha tenido un pasado bastante truculento”.

Es así como meses atrás se eligió un terreno en la vereda El Cairo del municipio de Cajibío, a un costado de la vía Panamericana; ahí arrendaron un espacio y empezaron a construir una estructura en forma de cráneo (Gulgolet, en hebreo, significa cráneo) y dentro de ellos se formó la huerta con distintos vegetales propios de la zona. Además se instaló un sistema de riego y protección para las plantas, y una iluminación especial que le da un ‘toque mágico’ a la obra. Son más de 250 metros lineales los que componen la huerta.

“Gulgolet es una obra que tiene diferentes lecturas. Es una huerta que provee alimento para las personas que desde el 22 de septiembre se reunían cada ocho días (sábado y domingo) en este espacio. Venían y además de conocer la escultura se sentaban a dialogar; allí entra la parte principal de la obra, porque lo fundamental es volver a dialogar, a encontrarse con el otro”, comenta Juan Pablo Pérez Ramírez, arquitecto y productor general de ‘Gulgolet’.

Para la construcción y montaje de toda la estructura y posterior huerta, se tuvieron en cuenta varios elementos, como el sistema de riego, los plásticos de invernadero para proteger los cultivos de las heladas, lluvias y vientos. Además de un sistema ‘decorativo’ que consiste en una iluminación LED de color rojo que resalta el contorno de los cráneos.

Dato
‘Gulgolet’ fue una iniciativa que contó con apoyo del Ministerio de Cultura y al acompañamiento del área de vientos del Conservatorio Antonio María Valencia. Su autor es el artista plástico caleño Elías Heim.

Juan Pablo también menciona que el hecho de que la obra sea una huerta, significa que en el lugar se está sembrando un cultivo ‘positivo’, el cual alimenta a la gente y no la destruye, además a raíz de ese cultivo no se generan violencias o conflictos entre las personas; por el contrario, es un cultivo donde todos llegan y se alimentan de él. “Hay una energía adicional y es que esta obra sana la tierra y trata de resarcir toda la violencia, tejiendo nuevos vínculos entre las personas de la ciudad con el campo y su gente”, añade el productor de la obra.

Adicional a lo que visualmente se aprecia con ‘Gulgolet’, el proyecto contempla varias etapas, amén de la siembra y recolección de los alimentos en la huerta para luego ser consumidos, también están los diálogos de los visitantes y la música que se interpreta y reproduce en el lugar; una serie de herramientas simbólicas, que el artista Elías Heim se planteó a la hora de elaborar el proyecto.

“Durante las comidas colectivas acontecen los llamados encuentros de saberes, donde los comensales departen entre sí, haciendo de éste un acontecimiento único de comunicación y nutrición metafórica para los cultivos sembrados en la escultura”, dice Heim.

De otro lado, y siendo Cajibío un municipio musical por excelencia en el departamento, en ‘Gulgolet’ también hay espacio para las melodías. Luego de una investigación realizada por el maestro Elías, a la huerta y a los encuentros se incorporó la interpretación musical de un ‘foxtrot’ titulado ‘Sandino’ del compositor, oriundo de este municipio, Efraín Orozco.

Según su autor, esta es una obra que trata de reivindicar las fracturas en el territorio ocasionadas por el conflicto, ese diálogo que se rompe cuando empieza la guerra; cuando se comparten los saberes, los conocimientos, hay posibilidad de dialogar, de generar estabilidad y armonía. Distintas variedades de plantas comestibles se sembraron en la huerta. /Fotografía: Olga Portilla

Según su autor, esta es una obra que trata de reivindicar las fracturas en el territorio ocasionadas por el conflicto, ese diálogo que se rompe cuando empieza la guerra; cuando se comparten los saberes, los conocimientos, hay posibilidad de dialogar, de generar estabilidad y armonía. Distintas variedades de plantas comestibles se sembraron en la huerta. /Fotografía: Olga Portilla

“Hay estudios que dicen que las plantas sienten las vibraciones, sonidos y demás música, incluso dicen que sienten el miedo de las personas. Luego de la investigación que hizo el maestro Elías sobre la música del lugar, invitamos a dos músicos de Cali, un clarinetista y un tiplista, para que interpretaran ‘Sandino’ en las sesiones que hemos hecho, entonces esa música llega a las plantas”, comenta Juan Pablo Pérez, productor de Gulgolet.

Pero la sorpresa y el regalo para los creadores de este proyecto, es que luego de que las plantas recibieron el estímulo de la música a través de unos reproductores que hay instalados en la huerta, estas han crecido de una forma que nunca antes en el lugar habían visto. Así lo confirmaron algunos pobladores de la zona y los encargados de cuidar y supervisar la huerta.

Después de las 5:30 de la tarde, automáticamente se encienden las luces LED rojas que están ubicadas en la parte superior de la estructura, las luces dibujan todo el contorno de los dos cráneos. El paisaje del lugar cambia totalmente, pues desde las montañas vecinas y desde la avenida Panamericana se percibe una luminosidad roja que viste a los árboles que rodean a ‘Gulgolet’, lo cual atrae la curiosidad de los que por ahí transitan.

Luego de varias semanas, el pasado lunes la obra se desmontó, ya que había una serie de temas de logística que no permitían que ‘Gulgolet’ siguiera o se quedara en el lugar. Sin embargo, el ideal de su autor, es que la obra pueda itinerar por varias ciudades del país, para que logre el objetivo alcanzado en Cajibío: acercar a la comunidad a experimentar una vivencia plástica multidisciplinar capaz de detonar emociones de todo tipo que permitieron exaltar los valores más auténticos y esenciales  de su cultura, entorno y contexto ancestral.

“De este proyecto nos queda la satisfacción de poder conocer un lugar y unas personas fabulosas, en donde generalmente la gente y el país no ponen mucho sus ojos, Siempre ha sido como ‘la otra Colombia’, pero hay que seguir demostrando que en estos lugares olvidados hay muchas cosas interesantes que mostrar”, puntualiza el arquitecto Juan Pablo Pérez.