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EDUARDO NATES LÓPEZ
El sábado 13 y domingo 14 pasados, las salas de Cine Colombia brindaron un privilegio invaluable al país y a esta ciudad, presentando el recital que el tenor lírico peruano, Juan Diego Flórez Salom, ofreció en el precioso escenario Konzerthaus de Viena, con el cual hizo un recorrido musical por Latinoamérica que estremeció a los asistentes hasta romper en pedazos la supuesta frialdad de los austríacos que colmaban el teatro, a quienes, prácticamente, les resultaba imposible parar de aplaudir.
Comenzó cantando, desde luego, algunos valses peruanos de Chabuca Granda, con el sentimiento propio de ser su música de cuna, que ya, de partida, emocionaron tanto al pleno del teatro en Viena -al que no le cabía un espectador más- como a los muy pocos asistentes al teatro, en Popayán. Un par de guitarras celestiales que sonaban como si fuesen la orquesta completa. En la medida en que la presentación iba robándose el alma de los asistentes, iban apareciendo los instrumentos autóctonos de cada país, interpretados por verdaderos maestros. Hablemos, pues, de los capachos y el cuatro venezolano, cuando interpretó el joropo “Caballo viejo” de Simón Diaz; O el mítico bandoneón, cuando cantó el tango “Volver” de Carlos Gardel; O la batucada, cantando Aquarella do Brasil, de Gal Costa. Y así fuimos llegando a “Si vas para Chile” de Chito Faró, y al pasillo ecuatoriano “Sombras” de Carlos Brito y Rosario Sansores (mexicana), entre otras.
El auditorio austriaco, a las primeras canciones ya parecía completamente latino, acompañando con palmas y gestos de emoción pues, a lo mejor sin que muchos entendieran las letras de las canciones, la dulzura de nuestra música, flotando en la bella voz del tenor suramericano les iba tocando las fibras más sensibles. Naturalmente, no faltaron los boleros cubanos y mexicanos como “Bésame mucho” de Consuelito Velázquez y “Contigo en la Distancia” de Cesar Portillo, el cual dedicó a su esposa, presente en el auditorio; Y por supuesto la emblemática “Guantanamera” de Compay Segundo y muchas canciones más que me extendería demasiado enumerando, todos con una conexión a raudales del sentimiento latino del artista con su público europeo…
Quiero contar que, ya avanzado el concierto, comencé a dudar si nuestra música colombiana iría a quedar como la gran ausente en el mapa musical latinoamericano que Juan Diego Flórez estaba pintando con mil colores en ese bello escenario vienés, aunque en el fondo, no creía que eso pudiera suceder….Pero… de un momento a otro, ya anunciando el final del concierto, aparecieron en el escenario los timbales, tumbadoras y clarinetes; el tenor lanzó el grito de “Viva Colombia,” y comenzó con el “Ayyyyy…. Al sonar los tambores… esta negra se amaña…y al sonar de la caña… van brindando sus amores…” de nuestra universal: “La Pollera Colorá”, de Juan B. Madera y Wilson Choperena. El dizque frío auditorio austriaco, repleto de monos y bellas mujeres ojiazules, se puso de pie, a bailar -literalmente enajenados- y a aplaudir, como si estuvieran en una caseta en Corozal… Debo confesar que, si bien durante el transcurso de la presentación hice un gran esfuerzo por comportarme, en este instante no aguanté más y mientras se me encharcaban los ojos por el “cursi sentimiento patriótico”, comencé a aplaudir al ritmo de la cumbia, a la par de los austriacos, pero a diez mil kilómetros de distancia… Allí fue cuando mi esposa me clavó un codazo y quedé nuevamente en Popayán, por suerte, sin mucha vergüenza, porque, como dije al comienzo, no había más de 15 espectadores en la sala de cine.
¡Sin igual! el concierto del peruano Juan Diego Flórez, quien hoy por hoy, si no es el número uno, es uno de los dos o tres tenores más fulgurantes del bel canto mundial y un embajador estrella del “continente latinoamericano” y desde luego, colombiano, pues refrendó que nuestra música vernácula trasciende a las vulgares letras, ritmos y gritos de hoy, en boga fugaz…
No puedo menos que sacar la cara por mis paisanos y agradecerle a Cine Colombia, por esos banquetes culturales que nos viene ofreciendo al medio día de los domingos, en sus comodísimas salas de cine, desde hace varios meses, en esta ciudad.
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