En la ciudad blanca, organizaciones internacionales entregaron ayudas para los venezolanos radicados en la ciudad a través de un ciudadano del vecino país.
Por: Keka Guzmán
La casa es acogedora.
Por la parte de afuera es amarilla pálida y por dentro, es blanca.
Hay una pequeña sala, dos cuartos, una vitrina con productos de Amway, la cocina y el patio. También, afuera hay un antejardín con rejitas de color blanco. Todo da una sensación de tranquilidad.
— Justo viene hoy que no hay producción de arepas —dijo Edixon Osorio, migrante venezolano radicado en Popayán, mientras se acomoda el botón de su camisa de cuadros azul.
— Siga, siga, siéntese, está en su casa.
Edixon es un hombre amable. Apenas habla se le nota ese característico acento. Llegó hace siete años a Colombia. Su madre nació en El Tambo, Cauca, y su padre es venezolano. Cuenta que su madre vivió más de 40 años en el país vecino y decidió regresar a su tierra natal porque la progenitora enfermó y quería acompañarla en sus últimos días de vida. Volvió mucho antes de la crisis venezolana.
— Hay un dilema: ¿de dónde es la arepa, de Colombia o de Venezuela? Solo te digo que nosotros la preparamos de una forma increíble —dice Edixon mientras se coloca un delantal con la bandera de su país y añade entre risas que si las arepas le quedan feas, sólo se da vuelta al delantal para dar cuenta de su procedencia, dejando así expuesta la bandera de Colombia.
Lucy Sánchez es la esposa de Edixon. Trabajan en equipo. Ella es de El Tambo y fue en ese pueblo donde se conocieron. Cuenta Edixon que llegó en el año 2015, que su abuela tenía una finca en ese pueblo, que tenía una tía, que tenía familia y que por eso, su lugar para llegar en busca de una mejor vida fue el Cauca.
— Vine a probar un año, me gustó, regresé a Venezuela para vender mi carro y volví para quedarme —comenta y sonríe con satisfacción.
En su país natal, Edixon tenía una empresa de estuco, pintura y obra blanca. Cuando llegó al Cauca, comenzó a trabajar en cerrajería: ganaba 20 mil pesos al día. Por eso decidió implementar su oficio de manera independiente, para tener un pago más justo, entonces empezó a ofrecer sus servicios con trabajo de estuco y obra blanca, así recorrió caminos y arribó a la capital caucana, Popayán.
— Llegó la pandemia, yo ya estaba con Lucy, nada nos faltó, el camino nos sirvió, fui de los primeros venezolanos en llegar, cuando no era común ver uno por la calle, ya yo tenía mi recorrido, mis ahorros y bueno, pudimos suplir todo ese tiempo de encierro —afirma Edixon.
Por su parte, cuenta Lucy que en pandemia se dedicaron a ayudar a los venezolanos, trabajando desde casa: ella con una firma americana que surte productos de aseo, alimenticios y de nutrición llamada Amway; y él trabajando con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), encargada de velar por una gestión ordenada y humana de la migración en el mundo.
De la OMI contactaron a Edixon por ser un líder venezolano reconocido en Popayán, porque cuenta con una base de datos de los migrantes de su país asentados en la capital del Cauca y, por supuesto, con la disposición para salir a las calles a ayudar a sus connacionales.
Según la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), aproximadamente 6 millones de personas han salido de Venezuela en condición de refugiadas o migrantes en los últimos años. La mayoría vive en países de América Latina y el Caribe y hasta el momento se cataloga como la segunda crisis de desplazamiento externo de mayor magnitud en el mundo.
De acuerdo con el dato más reciente de Migración Colombia, con corte al 31 de agosto de 2021, en el territorio nacional se encuentran aproximadamente 1.842.390 migrantes venezolanos, de los cuales 800 mil ya están regularizados y cuentan con su Permiso por Protección Temporal (PPT), que les otorga el derecho permanecer en el país hasta por 10 años, con derecho a trabajar, estudiar y acceder a la oferta institucional del Estado.
— Llenamos la casa de puros kits que nos dio la OIM para los migrantes, no teníamos ni por dónde caminar, desde el piso hasta el techo, estuvimos repartiendo de acuerdo a la base de datos de Edixon y de esa manera pudimos solventarnos un poco más nosotros y, por supuesto, las personas migrantes —cuenta Lucy y añade que el kit era de menaje, platos, ollas, sartenes que entregaron a 350 familias.
— Como tal en Popayán llevo 4 años y obviamente tenemos un grupo de venezolanos acá, entonces empiezo a contactar, la gente me conoce, la OIM me plantea que haga un equipo de trabajo para poder entregar los kits, ahí entramos Lucy, yo y 3 personas más —afirma Edixon.
Edixon Osorio se caracteriza por tener un carisma contagioso y actitud arrolladora para salir de momentos difíciles.
— No tenemos registro de migrantes contagiados por el virus, hasta el momento a nosotros no nos ha dado Covid. Al principio ella me cuestionaba porque yo salía. Un amigo de la Fundación Colombia conseguía cosas y nosotros hacíamos algunos menajes para repartir comida en la calle. Al principio, ella le tenía miedo al Covid, pero a mí me preocupaba la gente en la calle —afirma Edixon.
Un nuevo negocio
— Tiene que volver por las arepas —dice Edixon y añade que nunca se imaginó que iba a hacer arepas para vender porque siempre las hacía para el consumo de la casa.
— Sucedió por azar —comenta sorprendido, aún parece que no lo cree.
Edixon y Lucy hacen queso y arepas por encargo. Fue un emprendimiento que surgió casi al finalizar la pandemia. Todo empezó porque siempre había arepas en casa y a todo el que llegaba le ofrecían, acompañadas de café.
— A la gente le gustaban tanto las arepas que nos empezaron a decir que las hiciéramos para vender. En realidad nunca lo habíamos pensado —reconoce Dixon.
Cuenta Lucy que después de analizar la gran acogida de las arepas, tomaron la decisión de hacer una cantidad específica y venderla. Asegura que les fue muy bien y, además, comenta que Edixon es muy bueno en la cocina y que también sabe preparar queso y sus derivados, entonces agregaron queso al negocio.
— El queso que le ponen acá a la pizza no se estira, eso no es así, queremos venderle queso garantizado a las pizzerías, que gratine —asegura Osorio.
— ¿Quieres café? —pregunta Lucy.
— Voy por pan a la esquina, en serio que quedan pendientes las arepas —susurra Edixon.
— Con lo que hay puedes preparar queso crema, para que ella pruebe —dice Lucy y pocos minutos después pone sobre la mesa dos tazas de café, cuatro panes, queso crema y un cuchillo.
— ¿Te gustó? —pregunta.
Delicioso.
Sigue el apoyo
— La Alcaldía de Popayán solo dio un mercado, una vez a los migrantes, no hubo más —comenta Lucy.
Por su parte, Edixon asegura que las únicas ayudas a los migrantes fueron por parte de las organizaciones internacionales y de la buena voluntad de algunas personas. Cuenta que en el barrio donde viven se ayudaban con comida, con mercados, que una vez les regalaron un bulto de papa y ellos decidieron porcionarlo y darle a los vecinos. Él y su esposa hacen parte de una iglesia cristiana, que también estuvo muy pendiente de ellos.
Co.marca Digital consultó a la oficina de Derechos Humanos de la Alcaldía de Popayán sobre el tipo de ayudas que han brindado a las familias venezolanas desde inicio de la pandemia hasta el momento, pero al cierre de este informe no hubo respuesta.
— Para el que lo practica y lo entiende, sí es cierto que es mejor dar que recibir y yo lo disfruté, y gracias a Dios lo hemos podido hacer muchas veces —dice Osorio. Además, asegura que para él y su esposa la pandemia no fue difícil porque tuvieron comida, trabajo y no se enfermaron, y que tuvieron la posibilidad de ayudar a muchos. Es lo más grande que guardan de la pandemia.
— Tuvimos la muerte rondando muy cerca porque se murieron vecinos, pero familia no. En ese tiempo, venían entre 20 o 30 personas al día, mediante cita se les agendaba en la mañana o en la tarde, todos eran migrantes, estuvimos en contacto con mucha gente; además, la OIM nos exigió protocolos de bioseguridad —recuerda Lucy.
Por ahora, Edixon continúa haciendo estuco con un amigo y lo venden. Se considera un emprendedor junto con Lucy. Los dos se sienten orgullosos de trabajar de manera independiente y tienen muchas expectativas con su negocio de arepas venezolanas.
— Trabajamos en equipo, gracias a Dios no sufrimos por la parte económica, todo está por las nubes, pero no nos hace falta nada, tenemos dinero para solventar nuestros gastos, nosotros estamos bien —asegura Lucy y enfatiza que aprendieron a convivir con el virus y que continuarán ayudando a la población migrante en la medida de sus posibilidades.
Por su parte, Edixon concluye que del Covid-19 le queda una gran satisfacción porque se siente complacido de haberle tendido la mano a tanta gente.
— Mucha gente me dice que mi economía es diferente porque conozco mucha gente, pero cuando llegué no conocía a nadie. Siento que logré inspirar, que logré enseñar y que logré sacarle una sonrisa a alguien. Mucha gente se victimiza por ser extranjero, yo amo Popayán, creo que estas son mis vacaciones, llevo 7 años acá, me ha ido bien y acá seguimos.