Fin de una época

COLUMNA DE OPINIÓN

Por: Felipe Solarte Nates

El domingo 29 de mayo agoniza una visión desgastada de país, impuesta durante 22 años controlando casi todos los poderes del Estado, permeados por tráfico de influencias y corrupción enquistada en Presidencia, Ministerios, institutos descentralizados, Fiscalía, Procuraduría, Contraloría, Defensoría del Pueblo, et), sin, que para asegurar su impunidad, Uribe pudiera cooptar a todas las Cortes y el poder judicial, que a pesar de su renuncia para buscar evadirse de la Corte Suprema acogiéndose a la Fiscalía de bolsillo, no dejaron de investigarlo, ni cedieron a la propuesta de preclusión chambonamente sustentada por el obediente fiscal Jaimes.

Después de revivir la violencia haciendo trizas el acuerdo de paz con las FARC y suspendiendo las negociaciones iniciadas por Santos con el ELN, llegan a su fin gobiernos basados en la condescendencia con el narcotráfico, aparentando que lo combaten al fumigar cultivos, el
eslabón más débil, destruyendo algunos laboratorios y decomisando aleatorios cargamentos que ayudan a mantener altos los precios de la cocaína, cuyos dineros ayudan a lavar entre las  múltiples ramas de la economía legal e ilegal.

Hacen crisis 22 años de preponderancia del latifundio, lavador de dineros, en manos de narco-hacendados-ganaderos-caballistas-urbanizadores que pagan irrisorios impuestos, y de grandes extensiones destinadas a cultivos agroindustriales generosamente favorecidos por exenciones tributarias y subsidios. Con miles de hectáreas de tierra obtenidas después de desplazar a  humildes familias campesinas atacadas por paramilitares aliados con la Fuerza pública, quienes les hicieron el trabajo sucio legalizado por notarios, registradores de instrumentos públicos, funcionarios del Incoder y la Agencia Nacional de Tierras; mientras otorgaban a trocha y moche, títulos de minería, con los que buscaban, además de beneficiarse de las multimillonarias comisiones por tramitar y otorgar las licencias, acabar de sacar de territorios ancestrales a comunidades indígenas, campesinas y negras,  a nombre de la “civilización y el progreso”, de paso acabando con bosques y ríos, también crecientemente amenazados por la extensión de cultivos de coca, minería ilegal, tala y quema de grandes extensiones de selvas de la Amazonía, Orinoquia y el Pacífico, emprendidas por mafiosos latifundistas, parapolíticos y “empresarios agrícolas” amigos del alcahueta gobierno.

Régimen de y para minorías privilegiadas, que no obedecieron a necesidades reales de la mayoría de la población y la juventud, más preocupada por: el desempleo, futuro incierto y un planeta cada vez más afectado por la depredación, el cambio climático y amenazas de extinción de especies, incluida la plaga humana; y en el caso del agónico de Duque, más concentrado en favorecer a la coalición de partidos y a los grandes grupos económicos, legales e ilegales, que lo apoyaron y se sirvieron de él, convirtiendo, con el predominio de la doctrina del “enemigo interno”, a la Policía y el Ejército, en enemigos de la población que se atreve a protestar, a la par que se mostraron mansitos con el paro armado del Clan del Golfo, con la presencia en sus filas de gran cantidad de ex oficiales, ex suboficiales y exsoldados profesionales, según declaró a El Espectador, un mayor del Ejército.

Despelote coronado por la fracasada diplomacia del “cerco” impulsado contra Venezuela, “ante la inminente caída de Maduro”, el cierre total de la frontera a tránsito de personas, trámites y comercio bilateral, más la conversión de embajadas y consulados, en premio a politiqueros de dudosas capacidades y credenciales, incluido el desastroso proselitismo en Miami, de funcionarios del gobierno a favor del derrotado Trump.

El reciente ablandamiento de las sanciones del gobierno de los Estados Unidos al gobierno y funcionarios venezolanos evidencia el fracaso de la arrodillada diplomacia colombiana.

Todos estos factores explican el favoritismo de Gustavo Petro, recogiendo adhesiones de diverso origen con el propósito de ganar en la primera vuelta, y el vertiginoso ascenso de Rodolfo Hernández, a punto de relegar, con la medalla de bronce, a Fico Gutiérrez, candidato del caído régimen; mientras Fajardo, tal vez con la propuesta más estructurada y aterrizada, esta vez no repitió el protagonismo de hace 4 años, debido a los egos y  errores cometidos en la coalición de la Esperanza, dinamitada por Ingrid Betancur, y a su tibieza y diplomacia durante la mayor parte de la campaña, en un país donde gustan los discursos explosivos subidos de tono y propuestas ilusionadoras, así no sean realizables a corto y mediano plazo. Con esperanzas y riesgos, el 29 de mayo, marca el inicio del urgente cambio en el gobierno de los destinos de casi 50 millones de colombianos.

 

 

 

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