FELIPE SOLARTE NATES
Según la mitología griega, en el resumen de Wilkipedia : “Zeus, deseoso de vengarse de Prometeo por haber robado el fuego y dárselo a los humanos, presentó al hermano de este, Epimeteo, una mujer llamada Pandora, con quien este se casó. Como regalo de bodas, Pandora recibió un misterioso pithos —una tinaja ovalada, aunque actualmente sea citada y aceptada como una caja— con instrucciones de no abrirla bajo ningún concepto. Los dioses habían otorgado a Pandora una gran curiosidad, por lo que decidió abrir la tinaja para ver qué había dentro. Al abrirlo, escaparon de su interior todos los males del mundo. Cuando atinó a cerrarla, solo quedaba en el fondo Elpis, el espíritu de la esperanza, el único bien que los dioses habían metido en ella.1 De esta historia surgió la expresión «La esperanza es lo último que se pierde».
En el caso de la Caja de Pandora, destapada en varios países por la alianza de importantes diarios y la ONG Connectas, se ha escapado la podrida Corrupción: uno de los males que como el coronavirus se ha regado por todo el mundo capitalista y socialista, pues hasta de la China hay nombres de altos mandos del partido comunista y en otros países, de importantes gobernantes, políticos, empresarios, deportistas y artistas, que en los “paraísos fiscales”, como Islas Vírgenes, Caimán, Bahamas, Panamá, Luxemburgo, Holanda, Singapur, Dubai, etc., abren cuentas para manejar fortunas fuera del control de autoridades monetarias y de impuestos en sus países.
En Colombia, por El Espectador conocimos algunos mencionados en la lista de Pandora, como el director de la DIAN, Lisandro Junco, (perro amarrado con longaniza), la vicepresidente Marta Lucía Ramírez, y los ex presidentes Cesar Gaviria y Cesar Pastrana, el ex alcalde y precandidato presidencial Enrique Peñaloza, entre otros ex funcionarios y empresarios quienes alegan que el abrir esas cuentas no es prohibido por la ley, tal como los defiende el presidente Duque.
Y podría ser verdad… cómo si de buenas intenciones no estuviera pavimentado el camino al infierno y más en un país como Colombia, donde son ley: la evasión de impuestos, el lavado de dineros del narcotráfico, contrabando y el ocultamiento de fortunas producto de sobornos y coimas por contratos públicos teledirigidos, como el del Mintic y los $70.000 millones que fueron al lavadero de dineros de Delaware, patria chica del presidente Biden.
Ya Trump, siendo presidente, fue denunciado por el New York Times, por pagar sólo 750 dólares anuales de impuestos por sus centenares de millones, gracias a habilidosas jugadas de sus contadores y abogados para evadir tributos aprovechando troneras que deja el código tributario, que al igual que en Colombia, sus amigos congresistas y expertos reclutados terminaron redactando, y que le permitieron pagar menos en impuestos que lo que en un año paga una enfermera que vive de su sueldo.
En Colombia sucede algo similar y ya fueron publicadas las maniobras de Uribe por pagar lo mínimo por sus haciendas de más de 1000 hectáreas y otros bienes, al igual que la mayoría de grandes empresarios y políticos , que cuando son senadores y representantes, legislan para disminuirles los impuestos a los grandes capitales, a sus ingresos, y a los Carrasquilla, prefieren llenar el hueco en el presupuesto nacional, clavando con IVA y otros tributos directos, a la mayoría de población sobreviviente con sus salarios y del rebusque.
En temporada electoral Pastrana y Gaviria acumulan golpes a su autoridad real y ética para orientar sus partidos compartimentados en feudos electorales, pues muchos dirigentes, como Galán, Cristo, De La Calle, Velasco, en el caso del PL, hace rato se le abrieron al ex presidente y ávido empresario que además de incursionar en los hidrocarburos, gases, sector inmobiliario, venta de obras artes, etc, ha querido meter a su delfín Simón como futuro presidente para fundar una dinastía similar a la que también sueña Uribe con Tomás.
A Pastrana recientemente le fue peor, al revelar los Rodríguez Orejuela, que a través de los Pava Camelo, también aportaron a su campaña; y al no aclarar sus relaciones con el proxeneta y pedófilo de Epstein, al servicio de celebridades que compartían orgiásticas fiestas en sus yates y propiedades.
Bienvenida la destapada de la caja de Pandora para que desnuden sus puntillosas quijadas las pirañas que manejan el país, y ojalá, en las próximas elecciones, apoyemos candidatos del “Elpis”, el concho del bien, al fondo de la tinaja o caja de Pandora, que nos permite expresar: “La esperanza es lo último que se pierde”.