Gaitán

JUAN SANTACRUZ

[email protected] 

Encontré en la biblioteca familiar el libro ‘Momentos y Personajes de la Historia’, escrito por el político y periodista caleño Armando Barona Meza. En uno de sus apartes se desarrolla el discurso – programa del caudillo liberal Jorge Eliecer Gaitán al aceptar su candidatura a la presidencia en el año 1945. Recopilo algunos extractos del mismo, absolutamente atemperados en la actualidad.

“En estas cláusulas no se hallará un rasgo demagógico ni una palabra irresponsable”.

“También hemos invitado a las gentes a la defensa de la democracia como realidad actuante y no como simulación verbal, porque los colombianos saben que la vida del municipio, base de todo desarrollo armónico, se halla bajo el imperio de gamonalatos de cuyo dañado albedrio dependen los bienes municipales, sin otro propósito que el de obtener ventajas en el orden burocrático o en el orden económico para el grupo predominante de turno, o para los suyos, o para quienes le proporcionan la ayuda electoral”.

Gaitán y sus acerbas críticas contra un orden de privilegio, que el adecuadamente llamaba el “país político”, perfectamente identificado con la “oligarquía”, en el sentido griego de la palabra. Era una convicción fecunda y sincera que trataba de sacudir un orden corrompido e inmoral, impuesto como un yugo al pueblo cansado de recorrer el mismo camino de la bestia al lado de la noria.

“No creáis, como algunos sofistas han querido hacerlo pensar, que la oligarquía es solo el dominio de la burocracia. Oligarquía es la concentración del poder total en un pequeño grupo que labora para sus propios intereses, a espaldas del resto de la humanidad. La oligarquía, como en la añeja estructura de la India, tiene sus gradaciones que puede ir del varia al Sutra”. La gradación entre nosotros es triple. Por un lado, arriba, están los que detentan el poder por la concupiscencia y el deleite que les produce el saberse en la cúspide primaria, en una inversión ilógica de la democracia, mientras que a su lado sus parientes se lucran y benefician de los contratos y concesiones, y de esta manera logran unificar poder político y poderío económico.

La segunda gradación es la de una elite de personas inteligentes y cultas que transmiten el poder soberano de la cúpula, y sirven de dirección, pero no por propio albedrio, sino que “son como las bridas de los caballos, que sirven para dirigir, pero siempre que otros los manejen”. Son cortesanos que odian a sus compañeros independientes y establecerán las barreras más odiosas para defender las posiciones que han ganado a punta de servilismo.

Y la tercera estructura “moral e intelectualmente minúscula”, pero de gran utilidad. Son “los tentáculos, los brazos que penetran en todos los lugares, que van desde el ambiente municipal al barrio, a la asamblea, al comité, que atienden al tinglado electoral. No se habrán sentado en los bancos de la universidad, ni descollado en la agricultura, en la ciencia, en la técnica, pero serán senadores, representantes o diputados, o mimados con las mejores canonjías”, decía.

“desplazaran al médico, ahuyentaran al ingeniero, sustituirán al universitario. No tendrán título, pero serán doctores. Y vendrá necesariamente esa onda putrefacción moral que circunda la vida colombiana, con profunda repugnancia de su pueblo. Es así como se ha logrado derrumbar el concepto ético. El hombre cuanto más vil sea servirá mejor; cuanto más abyecto será más útil”.