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ORIANA MENDOZA VIDAL
“El bambú que se dobla es más fuerte que el roble que resiste”. El mundo de la producción nos presenta retos, desafíos y, depende de las características del emprendedor o empresario, la decisión de seguir avanzando y en qué condiciones hacerlo.
En el mundo actual se habla de las redes de apoyo para todo tipo de temas, desde lo humanitario hasta lo comercial, pasando por la financiación de emprendimientos, resiliencia social, formas alternativas de intercambios mercantiles, asuntos relacionados con la salud y el bienestar, etc. Las redes de apoyo se han catapultado gracias a internet y las TIC. No obstante, donde no se dispone de dicha tecnología o no se usa por falta de conocimiento, lo único que opera es el “humanware”, es decir, las maneras tradicionales en que los humanos nos relacionamos unos con otros y nos apoyamos para alcanzar diferentes metas.
Cuando se nace y se trabaja en colectividad, como vive el bambú, donde cada planta cuida de la otra en los bosques de esta especie, se puede apreciar cómo se entrelazan sus raíces para ser fuertes como grupo en sus bases, ahí donde no podemos ver (en la tierra), esta planta cifra su fortaleza que tarda años en germinar para luego crecer rápidamente y vivir en comunidad. Tanto en las comunidades de empresarios como en las organizaciones rurales aplica este principio: tejer fuertes redes de apoyo y soporte bajo la filosofía de cooperar y competir.
Al combinarse la cooperación y la competición, todas las partes deben ser libres de competir de forma única e independiente, pero asimismo estar unidas de forma que sean sensibles a las necesidades de sus integrantes, dejando a un lado el interés propio y cooperando cuando ello sea necesario para el bien del conjunto. Esta es la base del empresarismo rural.
El empresarismo rural hace referencia a la instauración de una cultura de enfoque empresarial en los pequeños productores rurales, es decir, que conceptos como mercadeo, imagen corporativa, acceso a mercados, confianza empresarial, transformación y embalaje, alianzas comerciales, requisitos de la demanda, estándares de calidad, innovación, formalidad, etc., se conviertan en hábitos y condiciones comunes y colectivos; sólo en la medida en que el pequeño productor rural comprenda que una mejoría de la gestión de la producción de su unidad productiva, se alcanza actuando en equipo con otros productores rurales en el marco de una organización para obtener economías de escala, se comenzarán a consolidar las acciones del empresarismo rural, aunado a una clara concepción de la asociatividad y la autogestión como estrategias de sostenibilidad empresarial y organizacional. Para contribuir con este cambio de enfoque, es necesario fortalecer habilidades blandas en los pequeños productores rurales, para leer y entender las oportunidades del mercado, su acceso, las ventajas y desventajas en una economía competitiva, cambiando el enfoque de producción desde la oferta por uno desde la demanda, incursionando en el mercado con productos y servicios innovadores y de calidad, generando alianzas comerciales de largo aliento, lo que redunda en mejores condiciones para las organizaciones y sus asociados. Por ello, brindar herramientas de trabajo que apoyen la gestión administrativa y la planeación estratégica de los miembros de las organizaciones y sus órganos de dirección, es fundamental para darles un giro.
Este enfoque tiene como base el reconocimiento de la participación, los talentos y las capacidades de los diferentes actores que aportan a los procesos asociativos y que, a través del tejido de redes de apoyo, fortalecen la construcción de ambientes adecuados para la producción y la asociatividad. Así las cosas, es necesario que los pequeños productores rurales dimensionen, entiendan y apropien que hacen parte del engranaje de una economía regional, nacional e internacional, que le apuesta a la innovación y al valor agregado como condición para aumentar los ingresos y por ello mejorar las condiciones de vida de sus hogares, pero que hay que “jugar en equipo” para alcanzar los objetivos tanto individuales como colectivos.
Al entender que la capacidad de levantarse tras una caída o crisis es propia de una sociedad que tolera el fracaso, y es ejemplo de la flexibilidad que exhibe el bambú, es cuando dimensionamos que el azote de los fuertes vientos nos dobla y creemos que hemos tocado el fondo al quebrarnos, pero descubrimos que no estamos quebrados, estamos doblados y que, con esfuerzo y valentía, volvemos a estar erguidos a nivel empresarial y personal. No obstante, un factor fundamental para lograr las metas es “de lo que está hecho” el líder de la empresa u organización, quien debe comprender y trasmitir que bajo la filosofía de cooperar – competir y dando todo de nosotros, si el resultado no se logra, no significa que se haya perdido la batalla, es necesario detenerse a analizar y enfocarse con determinación y perseverancia, a seguir adelante siendo flexibles ante el mercado y de manera interna en la organización. En la flexibilidad está la fortaleza, recordemos que cada día estamos escribiendo una historia, en cada circunstancia que vivimos hay un propósito, algo por aprender o desaprender, por cambiar, por valorar o desechar, en fin, todas las cosas nos ayudan para bien, dejando huellas en otros y sacando ventaja de la asociatividad y las redes de apoyo.
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