DIEGO FERNANDO SÁNCHEZ VIVAS
Uno de los recuerdos más nítidos que tengo de mis épocas de estudiante de derecho de la Universidad del Cauca, es la visión integral de la realidad nacional que semana tras semana podía leer en una revista que en ese entonces consultaba en el puesto de revistas de la esquina de Santo Domingo.
Junto a la lectura juiciosa de los tratadistas de las distintas ramas del derecho, tenía la costumbre de leer palmo a palmo una publicación que resumía magistralmente en sus artículos, todo lo acontecido en siete días, hechos que en ese entonces al igual que hoy, conmovían todo el ámbito nacional, ya que Colombia ha sido una nación prodigiosamente noticiosa.
Se presentaban en esa época verdaderos días de sobresalto. Estaban frescas en la memoria de los colombianos, las imágenes de la Toma del Palacio de Justicia, y cuando ya se empezaban a levantar voces desde todos los rincones del mundo para pedir explicaciones sobre el holocausto, la mano de la naturaleza sepultó un pueblo entero, miles de personas murieron en Armero en uno de los mayores desastres de la naturaleza. Todos estos hechos los registramos en esa publicación. También la imagen de un Cristo agonizante, con una cúpula de la Catedral inexistente, mostró en toda su magnitud y dramatismo, la dimensión del Terremoto de Popayán. Y así, semana tras semana, esta publicación había llevado a los colombianos, el registro de las más importantes noticias analizadas en contexto y con una gran precisión y acierto, pero también había destapado los mayores escándalos de corrupción del país. Sin su concurso, hechos tan graves como la parapolítica, los falsos positivos, el proceso 8 mil, las chuzadas, no hubieran tenido la connotación y la gravedad que se les dio.
En una vetusta casa de la capital, Felipe López Caballero quiso revivir un experimento periodístico creado inicialmente por Alberto Lleras y que denominó » Semana» y se rodeó de colaboradores como Plinio Apuleyo Mendoza y Valencia Goekel, resultando un verdadero éxito desde el comienzo. La fórmula, ninguno de sus artículos llevaba firma, todos estaban respaldados por una línea editorial propia de la revista. Desde entonces han pasado casi 40 años. Hoy la dirección que estuviera a cargo por varios años de Alejandro Santos Rubino, la investigación bajo la batuta de Ricardo Calderón, y la línea editorial ocupada por firmas destacadísimas como las de Antonio Caballero, Daniel Coronell, Daniel Samper Ospina y María Ximena Duzán entre otros, desapareció para siempre, en las manos del poderoso conglomerado económico Gillinski, que al tomar la mayoría accionaria de la revista, no dudó en designar a Vicky Dávila como directora general y sepultar años enteros de credibilidad, trabajo periodístico, rigor investigativo e independencia para centrarse en la inmediatez, la confrontación y la superficialidad Extrañaré esas reflexiones de Caballero sobre la situación política actual y su profundo conocimiento de la historia universal, las denuncias acertadas de Daniel Coronell y María Ximena Duzán, el humor de Daniel Samper Ospina, las caricaturas de Vladdo, y esa línea editorial independiente, ajena siempre a las presiones del poder. Esa Semana, la nuestra, la de muchos colombianos ha muerto, nos quedan los mejores recuerdos de un proyecto periodístico que fuera por mucho tiempo el más importante referente de la historia reciente del país.