FERNANDO SANTACRUZ CAICEDO
Durante la década de los 60 se vertebró definitivamente la Filosofía de la Liberación, contextualizada mundialmente por los movimientos antinucleares, el chovinismo imperialista y sus políticas de fuerza, la coexistencia pacífica, la interdependencia global, la cooperación para la sobrevivencia y el progreso, el “deshielo” post-stalinista, los destinos de la humanidad, la desenajenación del hombre -económica, política, social, cultural, ecológica, etc.-, esto es, el marco de la “emancipación humana universal”, de la LIBERACIÓN NACIONAL Y SOCIAL.
La Liberación Latinoamericana abordó cuestiones disímiles -problemas filosóficos del hombre, la cultura, la política, el desarrollo social, etc.-, configurando un frente filosófico-ideológico fundado en compromisos patrióticos, democráticos, humanistas y participativos. La Filosofía de la Liberación es una corriente original cargada de futuro, auténtica porque satisface las demandas de nuestra realidad y sirve como instrumento para conocerla y transformarla, enfática en su componente nacional-liberador en tanto reconoce “la especificidad cultural […], conlleva una dimensión social y cumple una función crítica, orientada hacia el hombre y los valores humanistas”.
Tres manifiestos condensaron su plataforma inicial: el de Buenos Aires (1973), enunció que “una filosofía que tome en serio los condicionamientos políticos de un pensar latinoamericano desde la opresión y la dependencia, no puede ser sino una filosofía de la liberación”. El de Salta (Argentina, 1974), clarificó “la función de la filosofía y su papel político como práctica específica, que dialécticamente interactúa en las demás formas de la práctica social: una ´praxis´ liberadora”. El de Morelia (México, 1975), afirmación del “consenso continental” -participaron Dussel, Miró Quesada, Roig, Villegas, Zea, etc.-, expuso que “la realidad de la dependencia neocolonial es un momento constitutivo que nos une a todos en la periferia, más allá de las diferencias propias de nuestras culturas continentales”, destacándola como filosofía “revolucionaria y profundamente humanista”, con visión histórico-crítica que “forja un mundo que elimina definitivamente la posibilidad del dominio de unos hombres por otros”.
Desde los años 70, el concepto LIBERACIÓN está colmado de contenido sociopolítico antiautoritario, antioligárquico y antimperialista, producto maduro de la autoconsciencia nacional y social. El rotundo fracaso desarrollista de la “Alianza para el Progreso” demostró la imposibilidad de resolver nuestros problemas cardinales sin liberarnos de la dominación oligárquica y la dependencia neocolonial, vinculadas a drásticos cambios socioeconómicos, políticos y a la emancipación del hombre de la opresión y explotación.
¿Cómo entender la esencia de este filosofar vivo y actuante de la Filosofía Latinoamericana de la Liberación, fenómeno continental singular por su problemática, aparato categorial, estructura cognoscitiva y valorativa, analizable en su contenido teórico-metodológico y mundovisivo? Su investigación histórico-filosófica exige resaltar los aspectos y relaciones que lo caracterizan como formación filosófica, con sus principios, representaciones, bases metodológicas, estructura y contenido teórico. Dussel, Assmann, Scannone, etc., examinan el fenómeno desde perspectivas ontológicas, metodológicas y éticas. Según ellos “su meta consiste en la transformación radical, global e inmediata de la organización injusta del mundo latinoamericano en sus estructuras políticas, sociales, económicas, culturales, pedagógicas, religiosas y de otra índole”.
En Roig, Cerutti, Ardiles, etc., prevalecen los enfoques epistemológicos, las interacciones entre filosofía y política, las ideologías. Ellos sustentan la primacía ontológica del objeto sobre el sujeto, el rol decisivo de la práctica ligada a la teoría, las relaciones económicas -categoría fundamental del pensamiento filosófico-, la “conciencia de alteridad” -propia del oprimido-, motor de la lucha liberadora. Tal Filosofía está encausada hacia la superación de “las totalidades históricas”, del “sistema”, para que el pueblo ocupe el lugar que le corresponde en la sociedad. La meta suprema de unos y otros es servir a la Liberación Popular. Su diferencia principal: cómo lograrla. Identificar las fuerzas motrices de la revolución de liberación nacional, sus relaciones, la estrategia y táctica flexibles para mantener su Unidad y Dirección, las diversas corrientes ideológicas, etc., reviste capital importancia para comprender el lugar de cada una en el proceso revolucionario. ¡LA FILOSOFÍA LATINOAMERICANA COMO FILOSOFÍA DE LA LIBERACIÓN NO ES CONTEMPLATIVA, ES UNA PRAXIS SOCIOPOLÍTICA CONCRETA!