FERNANDO SANTACRUZ CAICEDO
El entendimiento y aproximación a la verdad en la Filosofía de la Liberación dependen de su argumentación teórica, del método utilizado. Ciertos enfoques niegan los vínculos entre sistemas filosóficos, rechazan la continuidad y el progreso del conocimiento filosófico mundial, no indagan los nexos de la filosofía con el desarrollo social de los países latinoamericanos. Otros consideran la herencia filosófica desde la perspectiva del proceso histórico-filosófico, revelan la lógica y tendencias de su desenvolvimiento, las condiciones sociales de su surgimiento, desarrollo, lugar en la vida espiritual de la sociedad, interrelación con la tradición filosófica, corrientes modernas y su papel en el avance de la sociedad. En la etapa presente, la Filosofía de la Liberación acentúa la autodeterminación, su esencia liberadora, explicitada por Salazar Bondy, Dussel, Roig, Cerutti, Ardiles, etc., en cuyas obras destacan la autoconciencia y el adelanto filosófico.
En Enrique Dussel, autor de reconocidas obras sobre la historia de las ideas y de la iglesia latinoamericana, predomina el criterio de interpretación hermenéutica. Ha elaborado la historia del cristianismo en América Latina desde la iglesia de los pobres, la “verdadera fe” fundamentada en los valores de “igualdad, hermandad y compromiso” en la lucha del pueblo por su liberación. Distingue la fe cristiana y la cristiandad como iglesia institucional alejada de los principios humanistas, eurocentrista, despreciativa de los pueblos periféricos, aliada del Estado y de las clases dominantes. Su premisa esencial es “evangelizar a los pobres”, “liberar a los cautivos”. Su posición “hermenéuticamente correcta” es la historia de la iglesia, desde los marginados. Se sirve de las categorías “iglesia popular, cristianismo, cristiandad, pobres”, como principios de interpretación. Considera a la filosofía relativamente autónoma, pero condicionada por las estructuras sociopolíticas y culturales. Define la “formación ideológica” como estructura simbólico-cultural de una época concreta. Establece como soporte último de la filosofía las relaciones sociales productivas, cuyo reflejo ideológico específico constituye la filosofía. Destaca como básicas las relaciones productivas materiales y, correspondientes a ellas, las relaciones sociales, las cuales, conjuntamente, forman la unidad estructural social, base del florecimiento histórico de la humanidad.
En Arturo Roig prevalece la historicidad como criterio interpretativo en la Filosofía de la Liberación, la cual examinó a través del concepto Renovación, manifiesto en la historia de la filosofía, su contenido y función social transformadora. Consideró la filosofía dialéctica como unidad y lucha de contrarios, cambio incesante, renovación social concordante con las aspiraciones progresistas y las tendencias de liberación humana, “visión dinámica” que afirma lo nuevo, la historicidad del hombre y la lucha por patentizar su “alteridad”, consonante con la historia y su temporalidad, el desarrollo de la consciencia social y la conquista de la liberación humana. Situó el inicio del prisma historicista en los conceptos económicos, sociales y políticos de José Carlos Mariátegui, José Ingenieros, Leopoldo Zea, etc., representantes del movimiento de la historia de las ideas, las cuales exigen entroncarse con la realidad nacional y continental y presuponen el conocimiento de su estructura social: “las ideas están condicionadas y son condicionantes respecto de los procesos económicos, políticos y sociales”. Planteó que, en su función social, la filosofía justifica ideológicamente el poder de la clase dominante, conserva el statu quo, o cumple su papel crítico, descodifica el discurso opresor y sirve a los cambios sociales. En su concepción, “la historicidad es propia del hombre y de la historia hecha por él”, reconoció al hombre como actor y autor de su propia historia e incluyó nuevas posiciones axiológicas y visiones a la problemática del humanismo. De ahí, coligió “la necesidad de afirmación del sujeto americano como sujeto histórico”. La Filosofía Latinoamericana en su forma actual es abierta y sensible al desarrollo de otras corrientes filosóficas contemporáneas, de las que recibe o rechaza influencias percibidas también en los aspectos metodológicos. Su dirección y avance depende del debate entre filósofos latinoamericanos y otros pensadores modernos.