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FELIPE SOLARTE NATES
“Se le nota una alegría como con frenos, sin desplegarse a plenitud hasta la comisura de sus labios prominentes. Su mirada se pierde entre las ramas cargadas del palo de guanábana que delimita la angosta y polvorienta carretera veredal, sobre cuyo cielo azul planean los gallinazos.
Aniceto, con el pelo blanqueándole y arrugas en la frente castigada durante muchas jornadas de trabajo, habla como sin ganas, mientras agradece a los funcionarios de Restitución de Tierras del Cauca, el que les hayan concedido ayudas económicas para mejorar su vivienda y reiniciar en mejores condiciones las faenas en la finca, interrumpidas bruscamente, como lo recuerda, ante los periodistas, funcionarios y vecinos presentes, que sucedió aquella mañana de julio de 2000, después que el 30 de mayo de 1999, un comando del Eln secuestró de más de 150 personas en el templo de La María, ubicado en Ciudad Jardín, un barrio de gente acomodada de Cali, y su búsqueda, por los Farallones de la cordillera occidental, se había extendido al norte del Cauca, incrementado los patrullajes, vuelo de helicópteros, y en los corrillos, noticieros de radio, televisión regional y en periódicos regionales ya publicaban sobre la presencia y crímenes de paramilitares en la región.”… Así arrancaba la crónica que en 2016 empecé a escribir después de escuchar testimonios de habitantes de Lomitas Cauca, quienes sufrieron el trauma que en sus vidas significó la llegada de un comando del Bloque Calima de las Auc, que a la brava instaló la sede de sus torturas e interrogatorios, -antes de matar y arrojar las víctimas al cercano río Cauca-, en la casa de acción comunal y en dos fincas de campesinos desplazados de la vereda.
Sobre el tema habían publicado varias investigaciones: un grupo de docentes y estudiantes de varias facultades de la universidad Santiago de Cali y crónicas y noticias publicadas en Verdad Abierta, El Liberal de Popayán, El País de Cali, El Espectador y El Tiempo de Bogotá, pero persistí intentando dar mi versión; pero a medida que exploraba en Google y en otros archivos de periódicos regionales y nacionales, más datos y recortes facilitados por amigos y exfuncionarios de la Defensoría del Pueblo y Personerías municipales. que habían conocido los hechos, el asunto se me estiró y al jalar el hilo, obligatoriamente tuve que remontarme al pasado, como cuando los ‘chulavitas’ y ‘pájaros’ de la Violencia de los 50, ayudaron a gamonales conservadores a ampliar sus cercos a costas de minifundistas liberales desplazados; y a inicios de los 80, a raíz del secuestro de Marta Nieves, la hermana de los Ochoa del cartel de Medellín, cuando crearon los paramilitares del MAS, con parte de guardaespaldas, sicarios y miembros de la policía y el ejército que estaban en su nómina; historia que se replicaría a mediados de los 90, cuando a partir de las Convivir, crearon las AUC, para les ayudaran a proteger de las guerrillas y ampliar sus haciendas para ganadería extensiva y toros de lidia, cría caballos de paso y para recreación; y que todos estos sucesos retornando cíclicamente en el tiempo, tenían que ver con la historia reciclada de la violencia en nuestros país, tan ligada a la lucha por la acumulación de tierra y poder local y regional, por parte de poderosos grupos emergentes que escudados en banderas políticas y hasta religiosas, o simplemente en su afán de enriquecerse con el narcotráfico, la narcopolítica, la extorsión, el secuestro o actividades legales ligadas a la agroindustria y al control de alcaldías y gobernaciones, se han servido de grupos armados clandestinos, conocidos con remoquetes como: “chulavitas’, ‘pájaros’, ‘Mano Negra’ ‘Mas’, ‘Águilas Negras’, Auc, Aug, Rastrojos, Urabeños, etc., a quienes les han colaborado miembros del Ejército, Armada, FAC, Policía, DAS, etc) y algunos funcionarios de las administraciones nacionales, departamentales y municipales, sin olvidar a Notarios y Registradores de Instrumentos Públicos, quienes comprados por cuantiosas sumas, les han legalizado las tierras adquiridas mediante desplazamiento y violencia.
Esta característica del accionar reiterativo de los grupos paramilitares en diferentes épocas y denominaciones me lo confirmó el documento de la Comisión Nacional de Memoria Histórica, Cnmh, dado a conocer el 23 y 24 de julio de 2018, en Popayán y Santander de Quilichao, y en el cual desmovilizados de las Auc, narraron, que por gestión de narcotraficantes del norte del Valle, encabezados por Don Diego y el ‘Alacrán’ Loaiza y de reconocidos hacendados, políticos e industriales de Cali y Popayán, a principios de 2000, importaron y financiaron el Bloque Calima a la vereda Lomitas, en Santander de Quilichao, iniciando su recorrido fúnebre por norte, centro, sur y costa pacífica del Cauca, dejando a su paso más de 600 víctimas, entre ellas las de masacres como las del San Pedro, El Naya, La Rejoya, entre otras.
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