HAROLD MOSQUERA RIVAS
Antes de sufrir los estragos de la pandemia del Covid-19, cada diciembre sin falta, para dar la bienvenida al fin de año, el Fondo de Profesores de la Universidad del Cauca organizaba una fiesta maravillosa, con lleno a reventar. Las mejores orquestas del ámbito nacional fueron contratadas para amenizar el evento, al que concurríamos los asociados en ámbito fraternal de fiesta y camaradería, integrándonos para celebrar el afecto, la solidaridad y el amor.
Compartiendo los tragos y bailando sin parar. Cómo olvidar la presentación majestuosa de Luis Felipe González, ex integrante de la Orquesta de Nelson y sus Estrellas, con quienes disfrutamos éxitos como Londres, La Sirena y El Emperadorcito.
Quien no recuerda la presentación de la Orquesta del maestro Lucho Bermúdez (q.e.p.d.), gozando con temas como San Fernando, Sal si Puedes y Caprichito. Un justo homenaje al maestro y una canción en su honor, recordando su prolífico legado musical. Pero, Lamentablemente, este año, nos quedamos con la nostalgia de la fiesta del Fonduc, hablando y respirando, bajo la presión incómoda del tapa bocas, esperamos la convocatoria oficial y virtual para ir a la fiesta, esperamos el proceso de entrega de las credenciales para el ingreso, bajo la atención siempre amable y cariñosa de todo el personal de empleados del fondo, cuya labor abnegada y paciente, hace posible que la institución sea cada día mejor, nuestras más elegantes prendas se quedaron colgadas en los armarios y percheros, listas para compartir una nueva e inolvidable fiesta, que esta vez no fue. Debemos reconocer que, en las actuales circunstancias, era imposible realizar la fiesta, pues de allí, para muchos de nosotros, por cuenta del Covid-19, podría haber sido la última rumba de la vida, en tanto que por la forma en que celebramos, con una persona infectada, en efecto exponencial, habríamos resultado infectados todos, en especial, en esos momentos en que intercambiamos de pareja, bebemos de la misma copa o hasta comemos del mismo plato bajo el control del Dios Baco, como en el cuadro de borrachitos de Velásquez, hacemos el trencito y nos abrazamos felices, como si el día de la fiesta fuera el mismo del fin del mundo. Al día siguiente, el guayabo propio del exceso de tragos y los comentarios de los impases de la fiesta, se convierten en acto de cierre de la celebración para entrar con entusiasmo en el mes más alegre del año, el de las velitas, la natilla, los buñuelos, los regalos, aguinaldos y los besos y abrazos con los que siempre despedimos cada año y le damos la bienvenida al nuevo. Solo nos queda esperar que, para el año 2021, el covid-19 ya esté bajo control y de nuevo, sin el miedo que hoy nos embarga y nos encierra, nos limita y nos aterra, como diría Barba Jacob, bajo el influjo próvido de espirituales lluvias (de trago), con una súper orquesta nacional, volvamos a la sede permanente de la fiesta del Fonduc, para celebrar la alegría de la vida.