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RAMÓN ERNESTO BENAVIDES
@10Ramonernesto
En medio de alfombras naturales donde el cielo cambia de colores, el verde del páramo, y las alas de las cordilleras abrasan el firmamento y su volcán parece un arete que adorna el paisaje de mi pueblo, su clima varia y hasta en oportunidades se esconde en medio de neblinas, y otras veces resalta con los radiantes hilos del sol Ecuatorial.
Allí, pasaron casi 18 años, devorando millones de imágenes y colores tanto naturales como artificiales que de acuerdo a sus extensiones vibraban como matices en el cerebro de un receptor de sueños que volaban cual mariposas en medio de un cuerpo que no sabía que todos esos pasajes de la historia, solo sería un banquete de ideas sueltas pero, al fin y al cabo, eran maderos suficiente mente fuertes con la capacidad de resistir el peso de la vida que en algún momento servirían de soporte y a la vez de puentes, para unir dos mundos total mente diferentes en una sola vida.
Aquel niño, luego adolescente, miro por última vez, el entorno natural de su habitad natural y el verde intenso que se despedía en la distancia, mientras la retina de sus ojos bajaban las cortinas para siempre, y en esos ojos color canela el mundo exterior no volverían a captar imágenes y menos colores.
En el vehículo, que desde la loma entonaba con sus cornetas sus ecos sonoros de despedida el pensamiento del marchante, también se alejaba, o vuelvo viendo o jamás harán parte de mis fuentes de inspiración. No entendía el por qué sucedía todo eso, pero el trauma y el, mundo desconocido esperaban al nuevo visitante, en el mundo de las sombras.
La ciencia que para otros había funcionado, en este caso era diferente, solamente ratificaron nunca más volverás a ver, lagrimas dolor y angustia, como es obvio, brotaron de unos ojos que seguían en su lugar pero ya no eran funcionales, sus padres al igual lloraron y el sufrimiento se apodero de ellos, ya que se veían frente a lo inesperado y es más al desconocimiento de concebir junto a la ceguera de su ser querido, experiencia nunca pensada en la familia y en su entorno.
Con esto quiero enviar un mensaje que nadie absolutamente nadie está exento de adquirir una discapacidad, y por lo tanto la familia y sociedad, carecen de formación especial, para ayudar a tender puentes de solidaridad a una población que muchas veces tuvo que luchar sola, a pesar de la cantidad de leyes, acuerdos y resoluciones.
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