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POR JULIO CÉSAR ESPINOSA
Miembro de la Asociación Caucana de Escritores A.C.E.
Dos mil setecientos cuentos de 23 municipios se recibieron al cerrarse los plazos para el VI concurso departamental de cuentos ‘El Cauca entre palabras de paz’, que en este año se programó para cinco categorías, acorde con las edades y la escolaridad de los participantes, desde primaria hasta el nivel universitario.
Pese a la cantidad recibida, muy importante, se debe destacar que, en relación con el número de alumnos del Departamento, son más bien pocos los que escucharon el llamado.
Según nuestra Secretaría de Educación, el Cauca tiene algo así como 340 mil estudiantes (https://www.mineducacion.gov.co/1759/articles-319469_archivo_pdf_Cauca.pdf). Si la convocatoria, que se difundió ampliamente por internet y medios locales escritos y radiales, hubiese sido aceptada siquiera por el 10% de la población educativa y sus docentes, deberíamos haber recibido 34.000 mil relatos. Queda claro que solo el cero coma cinco (0,5) por ciento aprox. de los receptores escuchó el llamado.
La escritura como eje de la cultura territorial
Las interpretaciones más objetivas de tales datos indican que la literatura todavía no le concierne ni a la población normal ni a aquellos a quienes más debiera interesarles, como lo es la población estudiantil y sus profesores.
En el escalón de nuestra historia por el cual atravesamos, aún no valoramos la cultura como alimento de paz. Y allí reside el valor y la importancia de la convocatoria por parte de la Gestora Social del departamento del Cauca, la ingeniera Mabel Vargas.
“¿Para qué sirve la literatura?”, fue una pregunta que le hice al escritor William Ospina tras un curso de poesía que dictó en Ibagué en 1998.
El ilustre narrador fue enfático y puso el ejemplo de Francia. “La literatura allí le ha dado brillo a su gente, a su geografía, a sus monumentos, a su historia”. Además, “la cultura ha servido para sublimar las agresiones que subyacen en el ser humano”.
Los jóvenes quieren escribir
Es agradable percibir que muchos otros juegan con temas que rechazan la violencia y ponderan la paz, y centran la acción en un “espacio amado” que se llama Popayán.
Se puede predecir que cuando llegue el séptimo concurso mejorará la participación cualitativa y cuantitativamente, y ojalá el compromiso de los docentes para acompañar a sus estudiantes realizando ejercicios de edición y revisión de los cuentos se dé de manera cierta, consagrada y eficaz.
Por ahora, los organizadores y quienes hicimos parte del equipo de trabajo (en la lectura y selección de cuentos) estamos felices, aquí está sembrada la semilla para las nuevas generaciones que le darán lumbre y nombre al Cauca en el campo literario.
Hay que seguir apoyando a éstos jóvenes, creer en ellos, dándoles más alicientes y estímulos para que sigan escribiendo. ¡Dos mil setecientos escritores aceptaron la invitación!, asumieron el reto y escribieron su cuento. Eso es una proeza, un logro excepcional para demostrar que sí tenemos creatividad y talento, que solo hace faltan oportunidades y motivación.
Felicitaciones a los organizadores, pero mucho más a todos los participantes. El mérito es de cada uno de los niños y jóvenes escritores por atreverse a escribir y demostrarle a muchos adultos incrédulos que sí, que los muchachos quieren expresarse, pero falta quien lidere iniciativas tan eficientes y proactivas como éstas.
Conclusión y recomendación
Estimular la literatura en nuestros niños y jóvenes debe ser una política pública de nuestra Secretaría de Educación y Cultura, porque para tener escritores hace falta sembrar la semilla y vivir el proceso, y acciones tan pequeñas como ésta, son grandes en el imaginario, el corazón y el espíritu de los creadores.
Felicitaciones al profesor Marco Antonio Valencia y su equipo de trabajo por liderar este tipo de iniciativas, y en nombre de los cientos de jóvenes que participaron y de los maestros del Cauca que gestionaron entre sus alumnos la escritura, un saludo de gratitud a la gestora social, la Ingeniera Mabel Vargas por darle importancia a la cultura literaria de la región apoyando y fomentando la lectura y la escritura.
“Érase una vez…”
Sobre los trabajos recibidos es destacable que una parte mayoritaria procede de alumnos del nivel de primaria, muy pocos de secundaria y más escasos los trabajos del nivel universitario.
En mi condición de pre-jurado, destaco que, tras una vista rápida y provisional, Los relatos de los chicos de los niveles elemental y secundaria, en su mayoría acusan fallas que dan mal testimonio de sus respectivos docentes. Hay demasiadas faltas ortográficas y sintácticas. Los que se recibieron manuscritos, muchos adolecen de ilegibilidad o grafías ausentes. Es de suponer que, con un poco de asesoría por parte de los maestros, algunos relatos de los chicos hubieran llegado a un nivel bueno, por no decir excelente. ¿Derroche de imaginación? Claro que lo hay, pero el desarrollo argumental es errático.
Otras obras son francamente sermones bíblicos y varios más comienzan con fórmulas consagradas del tipo “Había una vez”, “Érase una vez”, “Una vez…”, etc.
El jurado
Creo necesario contar que tuvimos un jurado de lujo: el Mg. ELKIN QUINTERO CUELLAR –Escritor, columnista El Nuevo Liberal y Proclama del Cauca, Docente Corporación Universitaria Autónoma de Nariño; Mg. SANTIAGO HURTADO –Escritor, gestor cultural – Docente Fundación Universitaria de Popayán; Mg. DIEGO ROMÁN –Poeta-Director Club lectura Matilde Espinoza – Docente Unicomfacauca; Dr. FELIPE GARCIA QUINTERO. – Poeta, escritor- Docente Universidad del Cauca; y el Mg. MARCO ANTONIO VALENCIA CALLE –Escritor, columnista y tutor del Programa Todos Aprender del MEN.
Antes de ellos, diez personas más hicimos la tarea como pre-jurados de leer todos los cuentos allegados al concurso, y para hacerlo fueron necesarios más de dos meses.
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