HORACIO DORADO GÓMEZ
horaciodorado@hotmail.com
Escribí en Facebook y twiter un mensaje sin ánimo de polemizar con nadie, no es mi costumbre. Además, porque en este agitado mundo y dividido país, nadie se atreve a pensar y mucho menos divulgar, ante el temor de verse expuesto a una discusión cargada de ordinariez. Todo por falta de cultura ciudadana en esta vida moderna. Sin embargo la frase lanzada en las redes sociales genera controversia, pero, con sentido propositivo en beneficio de la ciudad y para bien de los patojos, payaneses, popayanejos, y habitantes todos, de mi bien amada Popayán.
Pues bien, se me ocurrió el siguiente mensaje en tono interrogatorio: “¿Plaza de Toros Francisco Villamil un elefante blanco?” Se me vino a la cabeza, me surgió y, como es mi costumbre, convertí mi pensamiento en una corta frase para plasmarla en un escrito. ¿Para qué sirve y que produce?
Filosofar que no es otra cosa que reflexionar sobre todo aquello que uno veo, oye o siente. Mejor dicho, decir, lo que se piensa. Pero siempre, guardando el debido respeto por la opinión ajena. A mí me enseñaron y, fui educado bajo el texto de la “Urbanidad de Manuel Antonio Carreño”, que inculcaba el acatamiento a los buenos modales y las sanas costumbres. Ello incluye, aquello que es un asunto de simple lógica, que se relaciona con la persona humana en sí misma. Es lo que consagra la norma, el comportamiento correcto con quien expresa sus opiniones y que prohíbe, por ejemplo, no solo agarrarla a golpes, sino insultarla, vituperarla. Es lo que manda la cortesía y la amabilidad.
Cuando digo que la plaza de Toros Francisco Villamil es un elefante blanco, lo afirmo a sabiendas de que hay más de un elefante blanco en Popayán, que clasifica como tal. De allí que mi sentir no es erróneo, ni equivocado o mal sustentado. Es respetable en sí mismo. Y respetar esa opinión es considerarla valiosa, y ello, conlleva a la posibilidad de razonar si se debe corregir el error o dejarlo existir.
Con el título de mi columna: “elefantes blancos”, defino activos que tienen un costo de mantenimiento mayor que los beneficios que pueden aportar. De hecho, se extiende a aquellos que proporcionan beneficios a unos pero ocasionan problemas a otros. “Elefante Blanco” es una obra pública de construcción; mantenimiento o instalación de un bien inmueble, sin operatividad, que tiene un impacto negativo para la comunidad debido a que ha sido abandonada o se encuentra inconclusa o improductiva, que sus costos superan los beneficios de funcionamiento, que no es utilizada, o que su uso es diferente para aquel que fue creada. Y finalmente, que debieran deshacerse de ellos para evitar más lesiones económicas.
La expresión: elefante Blanco, proviene de una leyenda, según la cual los reyes de Siam (hoy Tailandia), tenían la costumbre de regalar elefantes blancos (albinos) a los aristócratas que no eran de su agrado, con el fin de arruinarlos por su mantenimiento, gran tamaño y altos costos, comparado con los beneficios que les traía tenerlos.