EDUARDO NATES LÓPEZ
Son innumerables las lecciones que deja el proceso electoral en Estados Unidos. Y cada uno de quienes hemos seguido con algún interés el asunto tiene su propia lectura.
Desde el comienzo del mandato de Donald Trump tuve muchas dudas sobre su cabal ejercicio. Es más. Confieso que, desde la aparición de este personaje en la arena política, nunca creí que pudiera ganarle a Hilary Clinton, dado el carisma y demás calidades personales de esta gran competidora. Pero la mecánica electoral en ese país tiene la particularidad de la conformación del colegio electoral, mecanismo que depura el proceso mediante la combinación del voto popular y la elección de delegados. Pues en esa campaña de 2015 ocurrió lo inesperado y la forma electoral mencionada acabó dándole el triunfo a Trump. En ese proceso ya fue visible la arrogancia del personaje, basada quizás para él, en su condición de multimillonario y otras características personales que cree que lo “adornan”.
Pienso que, ya elegido, dedicó su ejercicio a muchas controversias, contradicciones, exageraciones, irrespetos, egocentrismos, enemistades, peleas e insólitas y hasta peligrosas actuaciones, bastante salidas de la ortodoxia y la ponderación que deben acompañar a quien conduce el país más poderoso del mundo. Su desprecio por el resto de la humanidad y ese mirar irrespetuoso hacia sus conciudadanos, lo hicieron siempre exótico y controversial. Y peor aún fue el comportamiento en esta campaña que terminó con su derrota, augurada en las encuestas. Y fuera de lo anterior, ¡qué tal el vergonzoso berrinche de estos días post electorales! Es decir, hizo todo lo posible para perder y perdió y sigue perdiendo hasta el respeto a que un expresidente normal aspira. Cosa diferente es el innegable monto de votos que acumuló.
Por otra parte, su competidor, hoy electo presidente, Joe Biden, no necesitaba ser un líder irresistible para alcanzar el triunfo. El disgusto de un gran número de electores por reelegir el funesto habitante de la Casa Blanca era muy grande y eso jugaba sensiblemente a su favor. Los resultados que podrían, entonces, abrirse campo, son de otras características, entre ellas: Una importante pero inmedible cantidad de los votos por Biden no son propios; son votos anti-Trump. Los votos por Trump, que no han sido pocos, menos aún son de Donald Trump; son en contra del riesgo que inicialmente mostraba la entusiasmada izquierda, lo cual obligó al notorio giro de los planteamientos de la campaña Biden, hacia el centro. En fin, son los gajes propios de una campaña de esa envergadura.
De lo anterior se deduce también que los extremos están aburriendo a la gente, en todas partes del mundo. En este caso, los votantes de Estados Unidos han optado por un demócrata, acompañado de una reconocida y sin duda controvertida jurista. Y por supuesto la polarización, visible en el número de votos por cada uno, es la expresión del temor a los extremos y no necesariamente significan admiración o arrastre de parte de cada uno de los candidatos. Las palabras claves de Biden, ya elegido, lo evidencian: “Unidad, verdad y decencia”
Al extrapolar las deducciones anteriores a lo local, ya vendrán las expresiones de una resentida, extremista y oportunista izquierda como la colombiana, queriendo mostrar una falsa preferencia por esa tendencia en el país mas poderoso del mundo… De pronto hasta veremos afiches con la imagen de Biden al fondo… Lo que tranquiliza es que Biden no es Petro ni el partido Demócrata es la fragmentada y caudillista izquierda nacional.
No nos extrañe ni permitamos que nos impacten las alusiones al supuesto “triunfo de la izquierda en los Estados Unidos.” Lo verdaderamente visible es el rechazo a los extremos y a la equivocación cometida en 2015, y la tendencia hacia el centro, alrededor de un demócrata, llámese Biden o cualquier otro…Los votos en Senado y Cámara son indicadores de la necesidad del equilibrio que deben ejercer estos cuerpos colegiados, aunque el control republicano en el Senado no augura la agilidad que la recuperación económica requiere. Con Obama fue parecido… Lo paradójico es que hasta hoy no existe presidente electo en USA, porque el colegio electoral no se ha reunido para votar… Y una última y concluyente ratificación: ¡Los pueblos no perdonan la soberbia!