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EDUARDO NATES LÓPEZ
Me causa mucha añoranza esta expresión coloquial que oí en mi niñez, alguna vez, acompañando a mi mamá a comprar el pan del día. La mayoría de lectores también recordarán que así se le decía a lo que el vendedor añadía al pedido inicial, como beneficio al cliente por su compra.
Pues resulta que ahora se le quiere aplicar esta “figura comercial” a los alcaldes y gobernadores en ejercicio, abonándoles 2 años más -de vendaje- en sus cargos, con el deleznable pero sonoro argumento de que sería muy provechoso unificar los períodos gubernamentales de los cargos ejecutivos de nivel presidencial, departamental y municipal para, supuestamente, garantizar la coordinación entre esos niveles de mando, a partir del año 2022. Y adicionalmente otro argumento débil: el del teórico ahorro del valor de unas elecciones.
No es la primera vez que esto se plantea y nunca dejará de ser eso una marrulla de los electoreros “padres de la patria” –esta vez, los actuales- (léase de La “U”, Cambio Radical, liberales y demás empresas electorales) en su afán por conservar los cacicazgos regionales. Quieren ofrecer, a manera de “el combo” de los restaurantes de comidas rápidas, sus mediocres candidatos regionales de bolsillo, envueltos en la fuerza electoral presidencial, justificándose en el argumento teórico de una coordinación que jamás se cumplirá con candidatos que llegan a esos cargos con objetivos muy distintos a gobernar bien y para todos. En cuanto al ahorro, bien valdría pensar que el valor de las elecciones es un costo inherente a la democracia, que se convierte en inversión cuando el elegido es bueno y en un verdadero desperdicio cuando elegimos un petardo, como los que usualmente resultan.
Alargar, en el Congreso, el período de los actuales mandatarios resulta abiertamente inconstitucional. Fueron elegidos con un programa para cuatro años. ¿Que se van a poner a hacer los 2 años siguientes que les mandó a regalar la Virgen? ¿A improvisar? ¿A inventarse programas? Cuatro años son suficientes para un gobernante bueno y son eternos con uno malo, como son la mayoría de los que están elegidos, con base en unos avales, alianzas y combinaciones de grupos electorales impensables.
Con unos Planes de Desarrollo correctamente enfocados en las necesidades sociales de la comunidad y honradamente identificadas las prioridades, solo se necesitan buenos ejecutores, independientemente de cómo se llamen y el partido o grupo a que pertenezcan. Lo más preocupante de estas discusiones es que seguimos buscando el ahogado rio arriba. Seguimos pensando, primero en el personaje y después en las necesidades sociales que nos agobian.
Y peor aún. Por otra parte, en un país como el que nos dejó Santos, quebrado, con una situación social a punto de estallar, con la educación pública (superior, media y primaria) en crisis, con un sector agropecuario desmoronándose, la salud colapsada, el cambio climático consumiéndonos, recibiendo millares de refugiados diariamente por la absurda crisis de nuestro vecino, etc., etc. Y ahora nos vamos a gastar una inmensa cantidad de horas de parlamento en discusiones eternas e inútiles, analizando la conveniencia o no, de ampliarles el periodo a unos personajes, en su mayoría, cuotas de ellos mismos, cuya misión principal es cuidar feudos electorales y/o construir los propios. La sindéresis no ha sido propiamente la característica principal de nuestros congresistas.
Con el movimiento pendular extremo en que se debaten las decisiones electorales, es necesario pensar y controvertir sin afanes, si conviene que el 8 de agosto de cada cuatro años, amanezca una administración nueva en todo el país, o que la estructura administrativa nacional, con sus miembros regionales, sea flexible pero articulada, respetando las concepciones que el sistema democrático ha venido diseñando en tantos años y en varias Constituciones, con sus enmiendas. Aún no hemos digerido perfectamente las elecciones populares de alcaldes y gobernadores y nuestro inmediatismo ya quiere aplicarle otras modificaciones experimentales.
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