Por: Manolo Gómez Mosquera
Han pasado 30 años desde que la institución Granja Escuela Amalaka comenzó su trabajo comunitario con las familias de la vereda Brisas de Totoró, sembrando sus semillas pedagógicas con aquellos infantes de la convulsionada década de los noventa. Por ese entonces, con talleres dictados por las maestras Ana María FAnkhauser y Nancy Bolaños quienes juntas emprendieron este proyecto y con el esfuerzo de varios equipos pedagógicos, se construyó, poco a poco y a pulso limpio, lo que hoy es una de las selectas tres escuelas en toda Colombia que se ubica dentro de una reserva natural de la sociedad civil y una de las más representativas de la educación alternativa en las técnicas Freinet pertenecientes al Remfa (la red de escuelas Freinet de América) y a la Fimem (Federación internacional de Escuelas modernas).
Dentro de dicha propuesta, la concepción del trabajo en comunidad y el territorio como el gran salón de clases le han aportado el ser pionera en lo que hoy llamamos educación ambiental. Estamos hablando de la primera escuela en el sur occidente que profesó la práctica de las técnicas Freinet como innovación para comunidades afectadas por la violencia del desplazamiento. Mencionemos que fue la primera Institución que publicó los derechos de los niños y niñas sobre el medio ambiente y profesó la reforestación en mingas familiares y actividades grupales con sus estudiantes en Agroecología.
La concepción Freinetiana de las ciencias colaboró mucho en este empeño, pues la investigación, la sistematización y la curiosidad innata de nuestros estudiantes han dado la luz para recorrer juntos su propio territorio y así, una escuela bosque, río y ojo de agua floreció entre las lomas caucanas como antorcha para la consciencia ambiental y ecológica del país. En sus bosques, donde se han clasificado 149 especies de aves, 41 familias en total, donde 14 de ellas son migratorias boreales y 4 son consideradas amenazadas de extinción, allí, bajo el hogar dosel de los robles, guayacanes, alisos y gualandayes es donde se han formado durante 25 años cientos de niños, niñas y jóvenes quienes hoy recuerdan y agradecen lo que les ha trasformado la Institución educativa Técnica Agroambiental Granja Escuela Amalaka.
La Amalaka de hoy conformada por 50 familias quienes dan vida a la comunidad educativa en este presente es la encargada de defender y hacer respetar el trabajo y el esfuerzo de miles de personas que durante más de dos décadas han preservado el territorio para los niñas y niñas del olvidado por el Estado departamento del Cauca. Comprenderán lo que significa para los que hoy reciben tal riqueza de legado lo importante que es la coherencia y consecuente actitud de defender nuestro territorio pedagógico y ambiental por donde transitan en las nubladas madrugadas dos especies únicas en su maravilloso existir: la ranita de cristal del Quindío y el atrapamoscas apical.
Sepan todos y todas que en nuestro suelo y dosel habita el Centrolene quindianum, un anfibio transparente registrado también por algunos lados del departamento del Quindío y el Myiarchus apicalis, un atrapamoscas semejante al famoso Sirirí de unos 19 centímetros de pico a cola, ambos considerados endémicos para nuestro país. Llamamos entonces a un diálogo consciente de quienes piensan que pueden pasar por encima de las reservas y colegios ambientales para que vean alternativas en sus propuestas y nos demuestren a los nuevos ciudadanos que sí se puede amistar el desarrollo vial del Kauka con el trabajo digno y humano que la institución educativa ha luchado por sostener en pro de la educación con nuestra maltratada infancia caucana por décadas.
Bienvenido sea el futuro, claro, pero en el que sea posible la construcción de un largo puente de 500 metros sobre el dosel del río Cofre, desde el otro lado de la vía, bordeando la quebrada “La Victoria”, desde donde se pueda otear la Granja escuela Amalaka con su invalorable bosques de alisos y yopos, ojos de agua, serpientes y colibrís con su reserva intacta, preservada y digna de ser un tesoro ambiental y educativo, honesto ejemplo de respeto por la vida para las generaciones venideras.