El “síndrome de la minga”

EDUARDO NATES LOPEZ

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Síndrome: “Es el conjunto de síntomas característicos de una enfermedad o un estado determinado”.

Minga: (Del quechua “mink’a”): “Reunión de amigos y vecinos para hacer algún trabajo gratuito en común, con fines de utilidad social”.

He comenzado por transcribir, del Diccionario de La Real Academia de la Lengua Española, el significado de este par de palabras que nos ayudan a definir el estado psico-social en que nos encontramos en Popayán y el Cauca, a raíz de los sucesos, por demás abominables, que se han presentado durante los 27 días que las comunidades indígenas, sus líderes y los infiltrados, resolvieron mantenernos encarcelados, violando flagrantemente la Ley. No es necesario redundar en explicaciones de todo lo grave que ha sucedido por la alteración del orden público al que estuvimos sometidos. En muchos escritos de prensa, en comunicados gremiales y en las demandas presentadas ante la justicia, se ha detallado la lista de los delitos cometidos por los actores del taponamiento. Pero hoy martes, que escribo este artículo, por razones que menciono enseguida, confirmé que el daño causado a la población, más grave aún que el económico-social es el psicológico.

Me explico: El Presidente de la República, al día siguiente del acuerdo logrado (en gran trabajo del equipo encabezado por la Ministra del Interior, Nancy Patricia Gutiérrez, Miguel Ceballos, Gloria Alonso, el Mono González y otros altos dignatarios) con los indígenas, el domingo 7 a primera hora llegó a Popayán, en un gran gesto de solidaridad, a manifestar la predisposición de su gobierno a apoyar a todas las personas que hubieren recibido afectación alguna por los hechos conocidos, y a informar las disposiciones legales que habían, ya, comenzado a expedir. Fue, sin duda, muy esperanzador y saludable recibir esa muestra de aprecio y responsabilidad gubernamental. En esa reunión reiteró -por enésima vez- que, ya sin acciones violentas de hecho, vendría a reunirse, según lo acordado por la ministra con las comunidades indígenas, a ratificar lo acordado por su equipo, en un acto de gobierno igualmente serio. Y volvió y cumplió. El martes 9 estuvo en Caldono durante más de cuatro (4) horas, esperando a que los líderes indígenas entraran formalmente al recinto donde le tocó resguardarse por las graves amenazas contra su vida, que por suerte detectó la Fiscalía General de la Nación y que, aun sabidas, no le hicieron declinar el viaje convenido. Y no solo como el ser que encarna la dignidad del estado colombiano, sino como cualquier persona a la que dejan metida en una cita (además de las groserías e improperios de tipo Colombia Humana…) tomó la obvia decisión de retirarse. Apenas se conoció lo sucedido en la tal reunión, que tenía pendiente a todo el país, la ciudad entró literalmente en pánico. Volvieron las colas infinitas en los supermercados, las filas interminables de carros y motos en las estaciones de gasolina y, sobre todo, las caras de angustia y las carreras para aprovisionarse, como si se hubiera despertado otra vez “el monstruo” que nos tuvo amenazados durante 27 días. Me tomé el trabajo de recorrer la ciudad por un par de horas, y, francamente, era como ver una película en “cámara rápida.”

Desde luego, no pretendo aludir veladamente a una supuesta debilidad de las víctimas. Ni tampoco hacer una apología a las reacciones sociales violentas de mucha gente que deriva su sustento diario del trabajo en la calle. (creo que estas son otros síntomas adicionales del síndrome…)

Apreciado señor Presidente Duque: Repetimos nuestro agradecimiento a las oportunas y generosas disposiciones legales y administrativas de su gobierno a favor de los afectados; También esperamos los resultados de las acciones judiciales que recaigan sobre los infractores y agresores. Pero si algo es urgente para el proceso de sanación de esta enfermedad colectiva que nos está invadiendo, que le he llamado “el síndrome de la minga”, es la reiteración permanente por su parte, de que va a velar con todo su empeño por la NO REPETICIÓN de esta concurrencia de delitos que pende, sistemáticamente, sobre nosotros los caucanos, cual mortal amenaza, desde hace ya muchos años.