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    El sanador interior y la autocrítica

    Si queremos estar sanos y felices y tener también tener una vida sana y feliz, es fundamental desarrollar la compasión consciente.

    Citado de: Soy un Ser infinito con infinitas posibilidades; Radefeldt Fonck Irmgard. ADASECC O.N.G.

    Hay que entender que todo esto pasa por falta de conciencia, por la programación mental de los implicados, porque si tuviesen conciencia no lo harían, actuarían de otra manera. / Suministrada – El Nuevo Liberal.

    El Sanador Interior ha de curar el odio a uno mismo y la culpa que se acumula por el rechazo constante de nuestra propia humanidad y la de los demás. Podemos pensar “yo no me odio”, pero me critico constantemente, y ¿qué es la crítica? Es equivalente al odio.

    Nos juzgamos a sí mismos a menudo: “es que hice esto mal y debí haber hecho las cosas de tal forma y otra vez cometí este error”. Está bien que, si cometemos un error, lo podamos hacer mejor la próxima vez, para eso está la conciencia, para mostrarnos lo que está en desarmonía, no para castigarnos, culparnos y odiarnos y hacerlo con los demás.

    Si aumentamos la crítica ante cualquier circunstancia que esté sucediendo, entonces realmente estamos fomentando o aumentando la enfermedad, la situación, sea cual sea.

    Hay que entender que todo esto pasa por falta de conciencia, por la programación mental de los implicados, porque si tuviesen conciencia no lo harían, actuarían de otra manera.

    Reflexionando así, surge la compasión. Si queremos estar sanos y felices y tener también tener una vida sana y feliz, es fundamental desarrollar la compasión consciente, ver la inocencia en los demás a pesar de estar actuando equivocadamente ahora, y reflexionar que los errores se cometen por inconsciencia, por ignorancia, y que a medida que el alma se vuelva más consciente, más sabia, deja de cometer errores de forma natural.

    Tener la intensión de dejar de condenarnos a nosotros mismos y a los demás, y la voluntad de lograr este propósito, apoya la rendición “a ser quienes somos” y la aceptación de nuestra propia humanidad, vulnerabilidad, sentimientos, emociones o pensamientos, y esto nos aporta paz interior.

    Si detectamos un pensamiento negativo, lo podemos cambiar por uno positivo, pero no condenarnos por haberlo tenido, tampoco condenarse y culparse por haberse sentido enojado. Observamos la emoción y la dejamos ir he incorporamos la bondad divina en nuestra vida, la aceptación, aceptarnos como somos, y aceptar a los demás como son, respetarles y de esta forma, se transforma en estado interno negativo. Si en cambio la persona se condena, se critica, se juzga, se culpa, eso enferma su existencia en todos los ámbitos de la vida.

    ¡Este trabajo interno consciente determinará la forma en que estamos en el mundo!

    Puedo ser una persona rendida a la vida, que acepta las circunstancias que surgen, que abraza y perdona su pasado, (a veces en el pasado es donde está el motivo de condenarnos y criticarnos recurrentemente: “Si lo hubiese hecho diferente, hoy en día tendría tales resultados”), y esta situación es ilusoria, ya que cuando tomamos esa determinación, en ese momento, lo hicimos con el nivel de consciencia que teníamos y no con el nivel de conciencia actual, por lo tanto es una utopía, es una excusa para condenarnos y sentir y pensar que no somos suficientemente buenos: “si hubiese hecho tal cosa, si hubiese dicho tal otra, mi vida hubiera sido otra cosa” y la mente nos insinúa como seria la vida si hubiésemos sido inteligentes y tomado las decisiones correctas, si nos hubiésemos arriesgado a tal o cual cosa.

    ¡Esto ha de cesar, ha de finalizar! Una cosa es vivir la vida con aceptación, aceptando nuestra humanidad, aceptando la humanidad de los demás, viendo que todo está en la bondad de Dios, y que las situaciones aparentemente negativas surgen por inconciencia, por ignorancia, no por maldad, como la humanidad ha entendido que es. Este es el origen de la dualidad, la ilusión de los opuestos. Tendríamos que poder cambiar esta percepción y entender que no es “lo bueno y lo malo, sino “lo bondadoso y lo inconsciente”, “la conciencia y la ignorancia” ”.

    La intención de ser fuentes de curación para sí mismo y para lo demás, crea de por sí, un campo de sanación, que se activa y conecta con la fuerza sanadora de la vida. La intención es el acto de elegir conscientemente desde el libre albedrío. Al afirmar, por ejemplo, “Quiero sanar la difícil relación que tengo con tal persona”, o “quiero sanar tal órgano de mi cuerpo”, o “quiero sanar mi prosperidad”, o “quiero sanar la amargura o frustración o la falta de esperanza”, al elegir y afirmar: “QUIERO SANAR” activa el sanador interior con su campo de sanación, las vibraciones de sanación nos enlazan con esa posibilidad que está siempre latente y comienzan a aparecer los instrumentos que van a propiciar la sanación de la vida de la persona que realice este trabajo conscientemente.




    Las curaciones son el resultado de dejar de condenarse a sí mismos y a los demás. Tener la fuerza de voluntad y el propósito de eliminar esta mala costumbre y pésima programación, que enferma la vida de las personas, porque contiene la vibración densa del rechazo, la vergüenza, la culpa, el resentimiento, el odio, la venganza, la calumnia, el miedo, la inseguridad, los celos, etc. Dejando este mal hábito, surge la compasión que es la virtud más excelsa de todas, la vibración más elevada, es el amor en acción, es el respeto y la tolerancia, es cuando podemos ver y sentir la inocencia en los demás, es la mejor medicina para sanar.

    Todas las curaciones resultan de la voluntad de dejar de condenarnos, también de dejar las críticas que es una forma de condenación y nos abre a la gracias divina de la sanación, por la elevación de la vibración celular a las frecuencias sanadoras del amor y la composición.

    “Elijo perdonar todo, incluido lo que tengo en mi inconsciente”.

    Perdonar todo lo que me hicieron cuando era un(a) bebé, todo lo que sucedió en el embarazo, en la primera infancia, quiero perdonarlo también todo daño, agresión, injusticia, mal trato, no valoración, lo perdono y ¡desisto de vengarme! Tampoco quiero que la vida o Dios se vengue por mí, solo envío bendiciones a esta persona o situación y que el mayor bien acontezca en sus vidas.

    Las células sanan con el perdón real.