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Citado de: Soy un Ser infinito con infinitas posibilidades; Radefeldt Fonck Irmgard. ADASECC O.N.G.
Los puntos de vista y las creencias revelan, en realidad, la programación que ha recibido cada cual, tanto de la familia como de la sociedad en general. A la vez hay aspectos no programables en cada uno, como son la conciencia y el ser espiritual que somos.
Cuando observamos la vida y sus eventos, desde la conciencia y desde el Ser, entonces surge un entendimiento más profundo, surge también una conciencia mayor de las cosas que no pasa por la mente, sino que llega directo a la conciencia, sin atajos, saltándose el sistema de creencias.
Creemos y pensamos que la sanación debe venir desde afuera de cada cual, así lo hemos percibido y lo hemos asimilado y se ha convertido en un paradigma, tanto en la sanación física de la salud, como de cualquier aspecto que amerite sanación en nuestra vida.
La vida es infinita, no tiene principio ni fin, es sabia, tiene tanta sabiduría que ha resuelto todo obstáculo y se ha abierto camino para ser, estar y continuar propagándose, y a pesar de ello, creemos “saber más que la vida”. Juzgamos y criticamos la vida como se presenta, y le queremos exigir que sea diferente, que sea como nuestros pensamientos nos dicen que sea, que ha de actuar según nuestras consideraciones. Podemos elegir de instante en instante cómo comunicarnos con el Todo. Hacerlo desde el sentimiento de víctimas, de enfado o enojo, de desconfianza, de miedo, de insuficiencia, o hacerlo desde el reconocimiento de quienes somos, desde el poder interior, desde la aceptación y la gratitud, desde la confianza y la completitud.
Todo lo manifestado y lo no manifestado, es perfecto como es. Es nuestra interpretación personal la que juzga y establece si algo es positivo o negativo.
Sucede igualmente cuando leemos un libro varias veces, y cada vez descubrimos aspectos que no habíamos notado, o cuando vemos una película interesante en varias oportunidades, sentimos que hay muchos aspectos que no vimos la primera o la segunda vez que tuvimos la oportunidad de proyectarla.
En el principio de la manifestación material de la existencia, en este Mahamvantara o día cósmico, solo existía la bondad. Lo refleja claramente el capítulo I del Genesis, Versículo 31, donde luego que Dios había manifestado todos los reinos, incluidos los seres humanos, dice: “y vio Dios que todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde del día sexto”. La bondad ha estado siempre presente en todo lo manifestado. En algún momento empezamos a pensar que lo manifestado por Dios, por el universo, tiene errores e imperfecciones.
El Espíritu Divino vibra y emite frecuencias vibratorias, las más rápidas no se logran percibir con los sentidos físicos y las lentas sí, y a ello le llamamos materia. Por lo cual, la materia es realmente espíritu, todo lo que existe es el Espíritu Divino, sea “no manifestado” o “manifestado”, y es perfecto como es.
El ser humano interpreta que el Espíritu está separado de la materia y por ello trata a la materia desde un concepto de fragmentación, de no valoración, como si fuese menos importante que el Espíritu y es el “mismo espíritu” vibrando más lentamente. A raíz de esta interpretación se fue creando el paradigma de la “no bondad” del mundo material.
Cada ser contiene su propia medicina. Toda persona ya integra la sanación de cualquier circunstancia, física o no física. A ese aspecto del ser de cada cual, que tiene esa función maravillosa de curarnos, la llamaremos “El Sanador Interior”. Él puede corregir los errores que hemos incorporado en la percepción de la vida y esto nos permitirá abrirnos a lo verdadero y real de la existencia y por ende vivir en conexión, siendo lo que somos.
Es aquella parte de nuestro real Ser que tiene la capacidad de auto sanarnos en todos los aspectos. Cuando hablamos de auto sanación no nos referimos a la parte de la salud solamente, sino a aquella parte psicológica, emocional, mental, creencias, conflictos y situaciones que vivimos. Es aquel que corrige el error en nuestra mente y por ende en nuestra vida. El error está en la mente, en los puntos de vista, en las expectativas, en las suposiciones, en el sistema de creencias, en la programación recibida por la familia y la sociedad. ¡Ahí está el error!
El odio, la crueldad, el resentimiento, la venganza, la calumnia, la ira, la inflexibilidad o rigidez, la envidia, los celos, el rechazo, la lucha, la culpa, todo ello es lo que propicia la enfermedad en el ser humano. Al decir enfermedades, nos referimos a aspectos que no están en armonía con la vida.
El Sanador Interior es quien activa y manifiesta la vibración del amor, la compasión, el perdón, la reconciliación y la misericordia en cada cual y estas virtudes de por sí, sanan a toda persona que las exprese, que las sienta, que medite en ella, que actúe siguiendo su tónica y vibración en los diferentes aspectos que puedan estar en desarmonía en su existencia.
La sanación más eficiente es la que surge de nosotros mismos pero la buscamos afuera, en los medicamentos, en los médicos, en los libros, en conferencias, etc.; y la sanación más efectiva está en cada cual.
Una solución para todo
Toda persona contiene en sí misma la solución de lo que acontece. Existe un dicho que reza así: “lo que a uno sana a otro lo mata”, porque lo que viene de afuera no es lo que sana, sino lo que hay dentro de cada cual y alguien le puede venir muy bien un medicamento, pero a otra persona sana no. Es porque no está acorde a lo que le sucede en su interior. Puede ser que a una persona le den un mismo medicamento y esa persona sea muy compasiva y amorosa hacia sí mismo y con los demás, entonces sana rápidamente, y a la otra persona le dan el mismo medicamento, pero tiene un gran resentimiento en su interior, algo que no ha perdonado y entonces no le hace efecto la medicación.
Si a una persona le detectan células cancerígenas, enfermedades autoinmunes, o degenerativas, es imprescindible saber que la emociones y pensamientos negativos han de evitarse más bien erradicarse. La prescripción sería: “Haz el tratamiento que te indican, pero para ti está prohibido odiar, resentir, vengarte, calumniar, rechazar, juzgar, culpar o culparte, etc.; no puedes permitirte esas emociones”.
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