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    El ritual de la noche

    GUILLERMO ALBERTO GONZÁLEZ MOSQUERA

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    Cada tarde, cuando el sol se oculta, los Colombianos podemos ver al Presidente Iván Duque en las pantallas de la televisión, respondiendo preguntas relacionadas con la pandemia del Coronavirus Covid-19, rodeado de algunos de sus ministros o de los directores de área o de algunos de los representantes de los gremios que pueden dar informes sobre la manera como están contribuyendo a la estabilidad de la salud del país con motivo de la pandemia.

    Es una buena capacidad de dirigir a la vista de todos los colombianos las tareas del gobierno, que se han centrado sobre todo en el manejo de la salud, asunto que interesa a todos por las circunstancias que conoce el país y que le dan transparencia al gobierno para manejar la más azarosa misión que se ha visto en los últimos tiempos. Es una gran misión la del Gobierno, a la vista de todos porque permite de primera mano conocer el avance de la situación y los remedios para controlarla. El Ministro de Salud, quien estuvo en Leticia y Cartagena, puede dar razón de las dos zonas más afectadas que tiene el país. La de Leticia, que tiene su razón de ser en la localización de esta capital de departamento y a la que acuden, además de los indígenas, los ciudadanos peruanos y brasileros, que viven en las proximidades, sin que ello quiera decir que no se les deba atender como es debido en el único hospital de la zona, mal dotado y peor servido según los informes médicos que se dan cada noche en esta media hora de cara al país. Nadie podría afirmar que el gobierno no está haciendo lo posible por el combate al Covid-19, aunque todavía no llegamos al punto de inflexión en que se puede aplanar la curva. Cartagena por su parte, es la ciudad más afectada porque están cerradas todas las puertas del turismo, lo cual ha conducido a una peligrosa situación social que ya se manifiesta en todos los órdenes, desde el mercado de Bazurto hasta las playas de Bocagrande afectadas por el desempleo y el rigor de la pandemia.

    Llama la atención la situación de Cali, agobiada por la indisciplina de sus habitantes que no han podido darse cuenta que el virus asecha en cada esquina y en cada metro de sus avenidas. Así es imposible controlar las cosas, como sí lo ha hecho Medellín, que tiene más habitantes y por consiguiente mayor oportunidad de contagio. Antioquia es el ejemplo de cómo se pueden resolver los problemas sin afectar la movilidad y la apertura de un buen número de negocios a los que pueden acceder los paisas. Es decir que ejemplos hay en la vecindad, que pueden ser tomados en cuenta si la población contribuye a aceptarlos sin que aparezcan fiestas clandestinas, como las que se han mostrado en Cali en las últimas semanas.

    Disciplina y solidaridad es lo que necesitamos los colombianos, en que se pone a prueba la capacidad de un país que de repente vio frustrada su decisión de crecer y ponerse a la cabeza de América Latina.

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