MIGUEL CERÓN HURTADO
El revuelo de esta semana surge por la iniciativa de recortar la jornada laboral de 48 a 40 horas a la semana, que transita en el Congreso y que tiene defensores y opositores, quienes han abierto un debate que se extiende por los diversos canales de circulación de la opinión pública. Los defensores utilizan el argumento de la productividad, un fenómeno que aún está por demostrarse por falta de claridad en la relación causa-efecto y también utilizan como argumento que esta medida la han hecho en países de esos que les llaman desarrollados en Norteamérica y Europa, cosa que es improcedente porque el contexto es diferente al colombiano, donde juegan los niveles de producto per cápita, la tecnología, la idiosincrasia, la calidad de la mano de obra y otros aspectos que generan diferencias entre un país del G-7 un uno de los anteriormente conocidos como tercermundista.
El caso es que no es procedente considerar la propuesta de manera aislada del contexto, como se pretende hacer aquí. Hay muchos factores que considerar porque la situación es compleja, de modo que la jornada laboral por sí sola no significa mucho, si no se contemplan otros elementos que hacen parte del complejo, comenzando por los factores estructurales de la situación laboral, donde está incluido el caso del carácter de la vinculación de la masa laboral, que en Colombia presenta un alto porcentaje de informalidad. Entonces la jornada se refiere al componente formal pero este es menor que el informal de modo que los alcances de la medida solo serían parciales.
Por otro lado hay que considerar que la jornada laboral no es un fin en sí mismo como se pretende abordar, sino un medio para alcanzar otros fines. Es necesario primero examinar la estructura del empleo y si esta estructura exige recorte de la jornada para lograr los objetivos, esa medida es procedente; caso contrario, no es conveniente aplicarla.
La estructura del empleo en Colombia es concordante con su condición de subdesarrollo y se presenta el fenómeno que Samir Amín llama la “hipertrofia del sector terciario”, donde el rebusque es relevante, el cual conlleva a engrosar los sectores improductivos como el comercio, mediante procesos de autoempleo e informalidad. Así, las medidas derivadas del empleo formal, no ofrecen mayor impacto en el conjunto total de la economía. Peor aún, cuando el gobierno no ha dicho que apoya dicha medida por lo cual su viabilidad es más remota; pues el gobierno es el responsable de la rectoría delos procesos económicos y quien puede aplicar las medidas de política complementarias, para que la propuesta tenga una viabilidad real. La mayor vergüenza de los neoliberales es el desempleo, que tratan de ocultar de cualquier manera, por su terquedad de aceptar las medidas keynesianas sobre la base de que es necesario aumentar la demanda agregada para que los empresarios enganchen nuevo personal y de esta manera generar empleo, sin necesidad de recurrir a otras maniobras discutibles como esta que se propone ahora y que conlleva el recorte de la jornada laboral.