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ROBERTO RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ
Entre 1933 y 1945 los desadaptados nazis llegaron al poder alemán, con estudiadas violencias en medio de pobrezas e incertidumbres, creando la ilusión de hacer justicia y volver a las grandezas perdidas en la guerra mundial y en las crisis de finales de los años 20s. Atemorizaron con ideas simples sobre el peligro comunista, golpearon personas, utilizaron simbologías sencillas pero potentes, advirtieron a la gente sobre amenazas raciales y económicas, diciéndoles lo que querían oir aunque solo fueran promesas, y utilizando múltiples formas de comunicación. Con todo ello volvieron cómplice de los genocidios a un pueblo ilustrado.
Estas combinaciones de populismos y militarismos hoy son reproducidas aunque ahora con nuevas tecnologías. Mezclar violencias que atemoricen, en tiempos de crisis, manejando diestramente los medios, logran formar una tormenta perfecta en la política.
En 2016, a pesar de que temió dar explicaciones claras, el candidato D. Trump sostuvo que “el miedo es el verdadero poder”. Sobre ello existe todo un texto de Bob Woodward, 2018. Allí este autor consigna sus temores y de los propios asesores del presidente norteamericano al ver en la Casa Blanca a un gobernante que llegó engañando y asustando, y que gobierna utilizando los miedos. “Teníamos la sensación de estar continuamente al borde del abismo” (Rob Porter, Secretario de Personal de la Casa Blanca).
Claramente, es el tipo de presidente que necesita el capitalismo neoliberal, el de los “halcones de la guerra” que no se detienen ante nada en su promesa de “salvar la democracia, la civilización occidental, la familia cristiana, y los negocios multinacionales”.
En Colombia, la dictadura civil del uribismo propuso y logró aceitar los ejércitos anti-restitución de tierras contra los campesinos desplazados que se atreven a reclamar sus predios despojados; una senadora de esa corriente sentenció que “vendrá mas temprano que tarde el fin de la prensa irresponsable”, seguramente amenazando a todas las personas; y otra señora con igual posición en ese partido aseguró que “agradecemos a dios todopoderoso, al pueblo colombiano, y al expresidente Uribe, por no dejar caer la patria en manos del comunismo ateo”. Es decir, otra vez el fantasma del hombre fuerte y del peligro rojo.
Se trata de instalar miedos que logren imponer criterios de gobernabilidades anti-democráticas, que conviertan a los Estados en “regímenes militares, manejados por civiles”, que –amenazando- logren militarizar las mentes de muchos de nuestros compatriotas. Es el triunfo del temor a la muerte que nos inmoviliza.
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