FRANKLIN MOSQUERA PIZO
El miedo es una emoción natural del ser humano, el cerebro genera una señal de alerta o prevención frente a alguna amenaza que percibe desde los sentidos, toma conciencia del peligro inminente y reacciona físicamente desde la inmovilización hasta la exteriorización violenta, una reacción utilitaria de legítima defensa que, al volverse colectivo, los temores se convierte en pánico.
Pues bien, el contexto actual nacional esta convulsionado por los diversos acontecimientos que han sucedido en los últimos tiempos; por un lado, el tema de la pandemia y el confinamiento que ha generado una serie de afectaciones desde todo punto de vista: económico, social, psicológico etc., y por otro lado, la protesta social ejercida como derecho constitucional por parte de la ciudadanía frente a los atropellos, injusticia y desigualdad al que nos ha sometido el gobierno de turno.
Frente a la movilización social quiero referirme, específicamente frente a la dinámica que se ha venido presentado, desde un enfoque comportamental de la sociedad civil frente a las demandas y acciones tomadas por la movilización. Como en todo movimiento social se derivan unas consecuencias intencionales y no intencionales a partir de las decisiones de quienes comandan el movimiento, generalmente la mayoría de la población al inicio de la movilización se identifica con las causas que generan tal malestar, de hecho las marchas multitudinarias en la mayoría de las ciudades del país muestran el descontento frente a proyectos de ley intencionados del gobierno, que afectan la economía de la población más vulnerable y profundiza la brecha de desigualdad que de por sí ya es alarmante, sin embargo, las actuaciones generadas en el marco de la protesta se derivan estigmatizaciones y confrontaciones que deslegitiman el movimiento en sí, el bloqueo de las vías, la violación de los derechos humanos, la indiferencia del gobierno, los daños provocados por fuerzas que buscan otros intereses o por oportunistas de la situación, todos mal llamados “vándalos”, son aspectos que exacerban y llevan al repudio a alguna parte de la población y que es justificable por el resto, pero que finalmente los derechos ganados y conseguidos a través de la lucha popular los gozaran los unos y los otros.
El repudio de ese pequeño grupo de ciudadanos por las actividades realizadas en el marco de la protesta social, evidenciadas de manera especial en el oeste de la ciudad de Cali capital del departamento del Valle del Cauca, cuando grupos de personas de aparente alto estrato social y económico, se fueron en contra de los manifestantes de manera violenta, reflejan el miedo a perder ciertos privilegios que de alguna forma han obtenido y que ven amenazados por otros que buscan lo que nunca han gozado, precisamente por la misma desigualdad que los gobiernos de turno han querido perpetuar. Y claro, nadie puede estar tranquilo cuando existe una amenaza de perder su fortuna, bienes, el respeto, la vida o el reconocimiento de los otros, independientemente de sus diferencias, se toman precauciones, se vigila a los otros, a los enemigos históricos y a los posibles oponentes que pueden poner en riesgo su propia seguridad, demostrando con gestos, con palabras o con hechos que la guerra es una posibilidad con el fin de defender la propia seguridad. Aung Sans Kyi, premio nobel de paz en 1991 escribió “El poder no corrompe sino el miedo, el miedo a perder el poder para los que lo tienen, el miedo de los que el poder oprime y castiga”, este miedo se desencadena rápidamente escapándose de los controles, ocultando todo sentido crítico y sentimiento de solidaridad.
Thomas Hobbes hace esta reflexión: ¿qué opinión tiene de su prójimo cuando cabalga armado o de sus conciudadanos cuando atranca sus puertas o de sus hijos o sirvientes cuando echa cerrojo a sus cofres, no acusa así a la misma humanidad.? Es seguro que todos los hombres son iguales por naturaleza, todos tienen los mismos derechos y deben tener las mismas oportunidades, se viven momentos de desasosiego que luego serán de sueños cumplidos, sueños cumplidos para una nueva ciudadanía que, a diferencia de nosotros, hoy se revela y muestra dignidad ante la ignominia.