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HÉCTOR RIVEROS
@hectorriveross
Durante la campaña, Iván Duque no ocultaba su admiración por el presidente francés Enmanuel Macron con quien comparte la juventud y las ideas de centro derecha. Era expreso su deseo de ser “el Macron colombiano” y lo logró rápidamente. Ahora comparten récords históricos de impopularidad, se ven obligados a arrepentirse de sus decisiones, a conceder ante la protesta callejera y a tener al Esmad alerta.
Casi en forma simultánea han tenido que soportar la presión de grandes movilizaciones que hacen exigencias sociales, ante las cuales reaccionan anunciado que mantendrán sus medidas o sus propuestas y sólo con el paso de los días, del aumento de la tensión, del apoyo ciudadano a las protestas, del incremento de los enfrenamientos entre los ciudadanos y la fuerza pública terminan concediendo lo que hubieran podido conceder semanas antes.
En Francia han sido los chalecos amarillos y en Colombia los estudiantes y algunas otras organizaciones sociales. Allá por el incremento del impuesto a los combustibles y por el salario mínimo y acá por el IVA a la canasta básica y el déficit presupuestal de la educación superior.
Macron no tenía niveles altos de popularidad, de hecho, como Duque, perdió el apoyo de la mitad de sus electores en los primeros cuatro meses de gobierno (llegó hace 18), pero los anuncios y las protestas le quitaron aún más y lo tienen hoy en niveles de apoyo cercanos al 25 por ciento que es el que registra el Presidente colombiano solo 120 días después de haber asumido su mandato.
Macron es el Presidente más impopular de la V República, incluso por encima de Hollande que fue un desastre, y Duque comparte números con presidentes tan impopulares como Santos o Pastrana.
Después de semanas de protestas Macron echó atrás el incremento del impuesto a los combustibles, igual que lo hizo Duque con la absurda propuesta de hacer general el IVA a los alimentos de la canasta básica.
El Presidente colombiano firmó finalmente un acuerdo con los estudiantes, en el que ofrece un crecimiento importante en los presupuestos para las universidades públicas, después de que durante semanas decía que “esa plata no la hay” y Macrón subió el salario mínimo y retiró la idea de cobrar tributos a los pensionados como lo había propuesto Duque en el proyecto original de ley de financiamiento.
Previamente, ambos, en medio de las protestas, habían hecho concesiones intermedias convencidos que así debilitarían las manifestaciones y lo que consiguieron fue atizarlas.
Duque en una típica “avionada” colombiana acordó con los rectores mientras que los estudiantes llenaban las plazas y claro que el resultado fue aumentar la indignación.
El gobierno prefirió tratar la negociación con los estudiantes como si fuera una compra de artículos de contrabando en San Andresito: al regateo. Subo un poquito y no tengo más, subo otro poquito y no tengo más y mientras tanto el apoyo ciudadano al gobierno cayendo a cifras inéditas.
Ambos se muestran empáticos con quienes protestan, pero se demoran en reaccionar. Ambos parecen presionados por economistas ortodoxos que no han sabido leer la tensión social y al final tienen que explicarle a la Unión Europea que es imposible, con las exigencias ciudadanas, mantener los niveles que recomiendan del déficit fiscal y acá que hay que flexibilizar la regla fiscal porque no va a ser posible dejar de pagar los subsidios a la energía eléctrica o reducir la cobertura de las familias en acción.
Duque y Macron parecen ser víctimas de la inexperiencia y de la falta de audacia y habilidad de su entorno más cercano. Parecen agobiados y superados por los problemas.
Ambos presidentes han tenido que enfrenar mociones de censura en el legislativo y en ambos casos han tenido mayorías suficientes para que esas propuestas fracasen y a la vez eso les ha hecho creer que tienen la razón o que tienen la fuerza suficiente para resistir a las protestas.
Allá también tienen el equivalente al Ministro Guillermo Botero, que predica a los cuatro vientos que hay que mantener el principio de autoridad, así eso se traduzca en uso excesivo de la fuerza que cause tragedias como la que le costó su ojo a Esteban Mosquera, el estudiante de música de la Universidad del Cauca, que seguramente será el símbolo de lo que significa en la práctica “el principio de autoridad”.
En Francia las protestas han sido cruentas y han cobrado la vida de decenas de personas, en algunos casos por desmanes de violentos infiltrados en las expresiones ciudadanas y en otros por ejercer “el principio de autoridad”.
Macron y Duque comparten afición por el fútbol y la música. Allá el Presidente se reunió con Rihanna para apoyar las causas sociales de su fundación y aquí lo hizo Duque con Maluma para el mismo propósito. El uno se había encontrado con Bono y el otro con Carlos Vives e incluso Duque pidió foto con Macron en Naciones Unidas y le llevó la camiseta de James.
Es cierto que el Presidente de Francia y el Presidente de Colombia comparten también una fuerte convicción por los principios y valores de las democracias liberales que los extremos allá y acá ponen en peligro. En eso Macron le lleva ventaja a Duque porque los enfrenta en partidos distintos y acá el Presidente los tiene que administrar dentro de su propio partido e incluso dentro del propio Gobierno.
Macron también le lleva ventaja porque consiguió la mayoría en el parlamento, mientras que Duque no logró conformar una coalición de gobierno con base en una agenda convenida como tienen que ser las coaliciones, sino que propuso una especie de contrato de adhesión que resultaba inaceptable para fuerzas políticas distintas al propio Centro Democrático.
La película continua: en Francia ayer los chalecos amarillos volvieron a tomarse las calles de varias ciudades y se enfrentaron con la Policía a pesar de las concesiones hechas por Macron a comienzos de semana, acá…
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