DIEGO FERNANDO SÁNCHEZ VIVAS
Cuando la Divina Providencia desde su entorno celestial escuchó el ‘Réquiem’, fascinado por la solemnidad de aquella música y la majestuosidad indescriptible de las voces, observó a Mozart, consideró que ya era hora de llamar del universo físico tangible al mayor genio que ha dado la música en todos los tiempos, junto a Bach y Beethoven, y decidió que en adelante lo acompañaría para que encantara con su prodigiosa e inagotable inspiración, las incontables horas de la eternidad.
El 27 de enero de 1756, nació en Salzburgo, Austria, Wolfgang Amadeus Mozart, el último de los siete hijos de Leopold y Ana María, una familia de músicos que se esmeró por rodear al pequeño desde su más tierna infancia de la influencia mágica de la música. Este prodigio pronto se reveló a los cinco años, cuando se dice que compuso su primera obra ‘Minueto y Triduo K1’, e inició su primera gira en Múnich a principios de 1762.
Desde ese momento, el joven prodigio de la música, de la mano de su padre Leopold y su hermana María Ann, visitan todas las cortes de la fastuosa Europa de la época en la que cae rendida a sus pies la nobleza más representativa de ese entonces, atraídos por la armonía de sus obras, la precocidad inaudita de su inspiración y la innegable simpatía y vitalidad desbordantes del genio. Ahí estaban la emperatriz María Teresa de Austria, el duque de Grimm, y la princesa de Conti. En el palacio de Versalles con gran entusiasmo el rey Luis XIV escucha al infante interpretar el clavecín con cuatro sonatas con acompañamiento de violín y más tarde en Londres, El rey Jorge III en compañía de la reina Carlota, se asombran con la interpretación de seis sonatas para clavecín, violín, flauta y violonchelo K 10-15. Luego se siguieron en una cascada incontenible de una inspiración que parecía heredada de designios superiores, sus más significativas obras musicales, sucediéndose una tras otra, 41 sinfonías como las excepcionales 35,38 Praga y 41 Júpiter entre otras, 22 óperas entre las cuales se destacan, ‘Don Juan’, ‘Las Bodas de Fígaro’, ‘Don Giovanny’, y ‘La flauta mágica’, 27 conciertos para piano, 6 conciertos para violín, 20 misas, 178 sonatas para piano y 60 obras para orquesta como serenatas y marchas.
Pero ese talento inagotable y descomunal genialidad no lograron que pudiera disfrutar de una vida holgada y tranquila, ya que en sus últimos años la estrella que inicialmente lo acompañaba a lo largo de sus presentaciones empezó a opacarse y poco a poco fue sintiendo el impacto del olvido, la pobreza y la enfermedad. Decepcionado Mozart regresa a Viena, y el 30 de septiembre de 1791 estrena ‘La flauta mágica’, y como un espejismo ilusorio parece que quiere recuperarse de la adversidad, pero ya es tarde. El 5 de diciembre de 1791 a los 35 años de edad se extingue para siempre la presencia física del genio de la música. Al día siguiente es conducido en medio de una inclemente lluvia al cementerio de San Marx con la presencia de tres músicos y el sepulturero que acompañaron su féretro hasta el final y son depositados sus restos mortales en una tumba comunitaria simple.
Su legado, dos hijos pequeños y el tesoro inestimable de su música. De su obra el compositor Franz Schubert afirmó: «Oh Inmortal Mozart, cuantas infinitas e inspiradoras dedicaciones para una mejor vida has dejado en nuestras almas».