El gran Egan Bernal

GUILLERMO ALBERTO GONZÁLEZ MOSQUERA

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No podía eximirme de escribir esta semana sobre el gran Egan, así hayan corrido ríos de tinta y le hayan dedicado espacios preferenciales en los medios a este joven colombiano. La cosa no es para menos. El Tour de Francia es la carrera por etapas más importante en el mundo y este joven acaba de conquistarla, registrando su desempeño en algo que los colombianos anhelábamos hace mucho tiempo. Bernal es, no solo por su edad sino por la madurez que demuestra, un exponente de una nueva generación de colombianos que merece sobresalir en el deporte mundial.

El deporte une a los pueblos, consolida su derecho a figurar entre los más importantes referentes del mundo y asegura en esta forma que hay razones para la unión antes que para el desengaño, fruto de divisiones circunstanciales que deben pasar, pero que dejan profundas heridas en la geografía nacional. Se necesita de las características de Egan, para que se presente el fenómeno. No es jactancioso ni elusivo. Se toma a pecho su oficio y termina dándonos una lección sobre los asuntos relevantes que podemos hacer cuando se persigue un sueño. Egan es sencillo porque fue bien educado por sus padres. Es fruto de esa montaña cundiboyacense, que ya con Nairo y otros, había mostrado su decisión, coraje y valentía para asumir las grandes competencias. La misma que hace 200 años, permitió que el Libertador expulsara a los españoles de nuestro territorio en una epopeya que justamente se ha celebrado en esas tierras. Es una lástima que Popayán, que tanto hemos apreciado en las gestas de independencia, haya pasado de agache, casi desapercibido en ésta efemérides. Nuestras autoridades de todo orden, han preferido guardar silencio ante esta fecha conmemorativa, asegurando que el 20 de julio tuvo mayor significación, así como la reconquista de Morillo que dejó a Torres y Caldas en el patíbulo.

Egan es enorme como deportista y como ser humano. En su humildad ha demostrado que tiene las calidades para no envanecerse y posee un largo recorrido hacia adelante, para seguir figurando en los primeros puestos. No es cualquier cosa llegar a los Campos Elíseos en Paris con el malliot amarillo haciendo gala de su bandera tricolor, la que vimos en todas sus etapas ondeando en las manos de miles de aficionados leales que la llevaban como insignia por las carreteras de Francia. Así se hace patria, emocionando con estímulos para superar situaciones de aflicción, que por lo menos en esta oportunidad se convierten en motivos de solidaridad, unión y compromiso.

Egan ha dado el ejemplo que requeríamos en las circunstancias actuales.