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DONALDO MENDOZA
Valledupar es hoy la segunda ciudad con la tasa de desempleo más alta del país, casi el 20% de sus habitantes en edad laboral están sin trabajo. El cronista vallenato José Atuesta Mindiola cuenta la anécdota de un hecho verídico sucedido recientemente en esa ciudad. Por razones del “buen nombre”, vamos a llamar al protagonista de la historia el señor Equis. La anécdota tiene un valor agregado, y es que es una de esas fuentes que dieron vida a un personaje novelesco, Melquíades.
En efecto, por allá en las décadas del 50 y 60, los polvorientos y soleados pueblos de la costa Caribe eran ocasionalmente visitados por un dentista vestido todo de negro, hasta el paraguas; por turcos con sus baratillos ambulantes, donde cada tela o cada trasto siempre acababa con cinco centavos en su valor, al detal. Y así otros hombres-tiendas callejeros. Hoy, la dura situación de Valledupar nos ha devuelto a esos tiempos con esta historia.
El señor Equis, un honrado ciudadano, frisando los 40 años, con grado de bachiller, padre de tres hijos, perdió el trabajo de mensajero que tenía en una institución del Estado. Lo que recibió de liquidación se convirtió en plata de bolsillo; mientras tanto, iba y venía ofreciendo su fuerza de trabajo; su desesperación crecía con los días, lo mismo que la frustración de no hallar un empleo. Un día decidió no salir, y como aún no había descolgado la hamaca, se hundió en su lona multicolor, a pensar; a pensar en una opción que no fuera de empleado; pensando lo venció el bochorno, y en la lucidez de la duermevela le brilló una idea.
La solución fue irse, a principios de febrero, a la pujante ciudad de Barranquilla. Un pariente pobre lo alojó en su casa por los días que fuesen necesarios, mientras conseguía trabajo. No fue fácil, y desesperado decidió ofrecerse de jardinero; cortaba y podaba antejardines de sol a sol. Dos semanas después, la insolación le había minado las fuerzas. Con el precario ahorro que había hecho, el señor Equis se devolvió a Valledupar.
Un alma caritativa que conoció su situación, le habló de un medicamento que se vendía como la panacea para sanar tumores, curar el cáncer y otros prodigios que al señor Equis no le parecieron suficientes. Un producto de circulación multinacional, el “4Life Transfer Factor”, <
El caso es que el señor Equis desapareció de la vista de los vecinos, y en una discreta peluquería se hizo pasar la cuchilla cero: que rapa y deja la cabeza brillante. Flaco y quemada la piel todavía, el señor Equis se hizo tomar fotos y esperó dos semanas a que el pelo le creciera. En la primera semana de abril, el señor Equis se echó de nuevo a la calle. Esta vez usó como fortaleza persuasiva su capacidad verbal. No le fue difícil levantar clientela. Mostraba la foto de su extrema calvicie primero, y cómo en menos de tres meses el milagroso medicamento 4Life le había devuelto el cabello.
Transcurridos los primeros tres meses, antes de la segunda semana de julio, con unas opíparas utilidades, el señor Equis no se dejó ver ni en el vecindario ni en ninguna calle de Valledupar. Igual que Melquíades en “Cien años de soledad”, el señor Equis desapareció para siempre del Valle de Upar, dejando a unos energúmenos linchadores con los crespos hechos. Mientras tanto, ni el gobierno local ni nuestro emprendedor presidente con su economía naranja han podido sacar de la olla a la bella ciudad de los acordeones.
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