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Redacción fin de semana
@elnuevoliberal
Aunque desde la Fiscalía General de la Nación se lanzó una alerta de un posible atentado contra la vida del Presidente Iván Duque en su visita, el pasado martes, al municipio de Caldono, motivo por el cual no hubo encuentro con la minga en la plaza pública; y pese a que al día siguiente el Comisionado de Paz Miguel Ceballos señaló que escucharon la interceptación de una llamada donde posiblemente se hablaba de actuar en contra del Presidente; la comunidad indígena insistió que ninguno de los dos hechos era acorde con la realidad.
No era la primera vez que un mandatario de la República pisaba territorio caucano para reunirse con la minga indígena, o la minga por la defensa de la vida, el territorio, la democracia, la justicia y la paz, donde confluyen además de los nativos, campesinos y afros. Como bien lo han recordado medios nacionales como Semana y Las 2 Orillas, el 2 de noviembre de 2008, después de 20 días de bloqueo a la vía Panamericana, el expresidente y hoy senador Álvaro Uribe se reunió con los indígenas en el resguardo La María en Piendamó. Santos hizo lo propio en 2012, también en La María, y dos y cinco años más tarde (2014 y 2017), por las mismas razones (taponamiento en las vías) llegó nuevamente a territorio caucano a dialogar.
Así que para las autoridades indígenas y para los demás mingueros no era nuevo este escenario del pasado martes, especialmente en lo relacionado con la seguridad, la cual estuvo a cargo de 4.000 comuneros que hacen parte de la guardia indígena, que según expresó un líder del pueblo Kokonuko, en total son 13.500 los hombres, mujeres, jóvenes y mayores que hacen parte de esta guardia en el Cauca.
Eso sin contar que la guardia campesina y cimarrona también estuvo presente en los diferentes anillos de seguridad que hubo alrededor del parque principal del municipio de Caldono.
Para llegar al parque de este municipio nortecaucano hay que “trepar” unas cuantas cuadras, normalmente se hace en carro, pero el pasado martes era imposible seguir, solo llegaron hasta la entrada del pueblo donde estaba el primer cordón de seguridad. En total eran 15, cada uno conformado por 50 o 100 comuneros quienes requisaban bolsos, maletas, verificaban identificaciones y daban el visto bueno para seguir o no, y hasta qué punto hacerlo. Y es que esa, precisamente es la labor de la guardia indígena: defender la vida y el territorio: el plan de vida.
“La guardia para el movimiento indígena, para toda la ciudadanía, significa que ellos son los que dinamizan, nuestros agentes que operan el ejercicio colectivo de la fuerza espiritual, la fuerza política, simbólica y también la fuerza organizativa de las comunidades en cada uno de nuestros territorios, salvaguardan el territorio y salvaguardan también los planes de vida que hemos venido construyendo y que estamos fortaleciendo desde nuestras cosmovisiones y nuestras culturas”, explica Giovanni Yule, dinamizador político del Cric.
Alberto Yace tiene más de 50 años, fue capitán general de su resguardo, gobernador, consejero del Cric, candidato a la Alcaldía de su municipio y candidato al Senado; actualmente es el coordinador de la guardia del Pueblo Kokonuko de la zona centro, y explica que la guardia es una labor milenaria, y que una vez desmovilizado el movimiento Quintín Lame en 1991, cambiaron las armas por un bastón, bastón que hoy en día es el que los representa, símbolo de su autoridad y con el que guían a su pueblo.
“Las personas que estamos en la guardia tenemos un nivel de preparación política, no cualquiera puede entrar, por ejemplo quienes hayan sido milicianos no pueden estar porque nuestro perfil es integro, con buena visión y buen respeto a los Derechos Humanos”, señala Yace.
Y es que la guardia además de estar atenta a factores externos que puedan atentar contra la integridad de su territorio o de la vida de sus comunidades, también tiene la labor de hacer un control interno, de rechazar y sancionar actos al interior de las comunidades.
“En espacios como la minga, por ejemplo, la guardia es la encargada de estar atenta a la disciplina en el marco de las actividades que se hacen, a prestar todo el ejercicio de equilibrio y armonía de la comunidad, de tal manera de que no sucedan acciones que vayan en contravía y en detrimento de nuestro equilibrio comunitario. La guardia hace el llamado a toda la comunidad para que cuando suceda una situación dentro de alguna de nuestras actividades o en la comunidad, todos actuemos conjuntamente para que la guardia dinamice y opere las estrategias colectivas de la comunidad y el territorio para repeler y neutralizar cualquier acción que vaya a ir en detrimento de nuestras comunidades”, describe Giovanni Yule.
La lucha y la resistencia
Ver la guardia reunida en el parque principal de Caldono se asemeja a una formación de soldados o policías. Visten de civil, pero con chalecos de colores y nombres diferentes para diferenciar a cada resguardo, algunos llevan botas, otros tenis, van de jean, camiseta y buzo. La pañoleta es casi infaltable, con su color rojo y verde y el logo del Cric, otros usan boina, al estilo ‘Che Guevara’; y por supuesto el bastón de mando adornado con borlas y cintas, que también se diferencia según el “rango” en la guardia.
“Claro, hay unos coordinadores por resguardos, por zonas y asociaciones, a nivel regional también hay coordinadores, es toda una estructura organizativa que convierte a la guardia en una estructura más del movimiento indígena, que tiene el objetivo de seguir avanzando protegiendo y salvaguardando nuestros territorios y nuestros planes de vida”, responde el dinamizador político del Cric al preguntarle si hay “rangos” dentro de la guardia.
Y es que según su cosmovisión y tal cual está consignado en su proyecto político a través del programa de defensa de la vida y Derechos Humanos, “la guardia indígena se concibe como organismo ancestral propio. No es una estructura policial, sino un mecanismo humanitario y de resistencia civil. Busca proteger y difundir su cultura ancestral y el ejercicio de derecho propio. Deriva su mandato de las propias asambleas, por lo que depende directamente de las autoridades indígenas. Surge para defenderse de todos los actores que agreden sus pueblos, pero solamente se defienden con su “chonta” o bastón de mando, lo cual le imprime un valor simbólico a la guardia”.
De acuerdo a Alberto, coordinador de la guardia del Pueblo Kokonuko, este ejercicio de la minga, y más, la labor que hicieron el pasado martes en el marco de la visita del Presidente Duque, es una forma de visibilizar esta “virtud milenaria”, de “decirle a los que nos odian, que no es que seamos terroristas ni vagos, sino que estamos construyendo un modelo de guardia, de paz para nuestros territorios y también para la sociedad en general”.
Así mismo, señala que la labor que hacen con los niños y jóvenes es enseñarles a respetar el territorio, explicarles su posición política y arrebatarle esta población a los grupos armados, tanto legales como ilegales. “En la guardia, nosotros no llevamos a los niños y jóvenes a una guerra, sino que llevamos a que presten un servicio social dentro de nuestros territorios, en lugar de que nos los entreguen en un ataúd; se los estamos quitando para que nuestra juventud quede acá con su gente”.
Lo mismo cree una comunera del sector de Caldono, quien señaló que en sus territorios no aceptan ningún tipo de grupo armado, sea de donde venga, y por eso el espacio de la guardia indígena ha ido creciendo y ha ido ganando respeto y creencia entre los comuneros, pues dado a que la seguridad por parte de las Fuerzas del Estado era deficiente, la guardia les da tranquilidad, “porque ahora nuestro territorio lo controla nuestra comunidad, lo que hacemos y quien llega a él”.
Para estos comuneros, y tal como da cuenta su himno, “la guardia somos todos y todas, porque nos corresponde salvaguardar el territorio, el agua, el oxígeno, la biodiversidad, pero también nuestro plan de vida, nuestras estructuras organizativas y nuestras autoridades propias”.
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