El Banquete

Vino al pueblo un candidato presidencial. Por lo tanto, se organizó un banquete para que los líderes del pueblo escucharan sus quimeras… y las prédicas que históricamente en los banquetes con los líderes de pueblo, los candidatos presidenciales suelen decir.  Pero este banquete fue distinto, divertido, revelador, complicado.
Yo no sé si estaban todos los que son, y si todos los que estaban eran los que son, pero todos representaban a muchas tendencias, colores políticos y grupos gremiales organizados.
El candidato dijo que tenía una hora exacta para el desarrollo de la reunión, que cedía la palabra al público y luego él hablaría porque tenía que salir corriendo para el aeropuerto, o lo dejaba el avión. (O sea que la gente tenía que hablar medido, puntual, e ir al grano)
Pero lo que ocurrió fue una serie de exposiciones vagas, lejanas, sin contenido, sin contexto, sin importancia para el momento y las personas presentes. Hablaron siete o diez personas asuntos triviales en un rosario de quejas: que lo echaron del puesto, que le falta una bicicleta, que no le pagan a los médicos, que la universidad ocupa un mal puesto, que no que mentiras, incluso hubo acusaciones mutuas, que aquí hay corrupción, que fulano esta mamado de los chismes y la envidia de todos… (¡Qué vergüenza!, dedicados a mostrarle al candidato las miserias que tenemos y somos, como si no fuera suficiente lo que dicen los noticieros de nosotros.
En semejantes intervenciones se pasaron treinta minutos. Entonces, le dieron la palabra a una senadora, que desde un principio dijo que no había sido invitada, que estaba de casualidad en el pueblo y vino a escuchar al candidato presidencial, y estaba de colada, y tal y tal… pero, pues nobleza obliga y le dieron la palabra, y ella se la tomó sin miedo y con templanza,  
La senadora, una mujer de armas tomar, dio misa y sermón y hasta puso penitencia. ¡Que trapeada tan tenaz!  Muy a su estilo, dijo que llamaran a la corrupción por su nombre, que dejaran de hablar y hablar de corrupción en el pueblo sin decir nombres propios, que eso así no vale y no sirve (y muchos bajaron la cabeza y se escondieron como tortugas en su saco). Que dejaran de venir a una reunión con un candidato presidencial sin propuestas, divididos en 18 mil grupitos cada uno hablando de sus minucias, que cuando volvieran a una reunión semejante, había que llegar unidos con una propuesta de región, con propuestas de ciudad, que divididos en grupitos luchando por mezquindades no íbamos a llegar a ninguna parte.
Y como nadie trae propuestas, pues le tocó a ella, que no es del pueblo, ni estaba invitada, decirle al candidato presidencial “qué necesitaba la región”: justicia, seguridad y recaudación de tributos públicos para pagar el progreso que necesitamos con un catastro bien hecho para resolver el problema de la tierra que tanto inconveniente genera.
Y remató: no sueñen “ni por un minuto” que senadores o candidatos presidenciales van a venir a darles soluciones a sus problemas. Se organizan o siguen jodidos.  A esa hora, estoy casi seguro, más de uno, en su fuero interno, tenía vergüenza ajena.
Cuando terminó, el candidato presidencial, sin tiempo ya, intervino por tres minutos par decir, antes que lo dejara el avión:
-En este pueblo, con semejante fragmentación social y política, hay incapacidad para sacar cualquier proyecto político. Y no habrá transformación política y social por aquí, si cada uno negocia con el gobierno de turno sus propios intereses desconociendo a los demás. Que lo único que le quedaba claro, es que el departamento necesita con urgencia meterle diente al tema del catastro para resolver problemas de tenencia de tierra y riqueza. Pero sobre todo, que había una gran necesidad de tener clara la visión -como territorio- sobre lo que queremos y para dónde vamos (y eso, al menos en el banquete, no se veía)
Finalmente, el candidato presidencial celebró que todos los presentes se atrevieran a participar en política, “porque solo así le quitamos el poder a los que no deberían estar en el poder”, y dijo, como un vidente de los nuevos siglos, que esta reunión, era un buen inicio.